lunes, 27 de octubre de 2014

El escritor tandilense y la tradición


Por Víctor Torres

El título de este artículo es un juego borgeano que nos lleva a precisar algunas cuestiones para revisar la literatura local. Se puede afirmar que nuestra ciudad tiene una “tradición” (esta categoría suele ser muy cuestionada en el ámbito de la crítica) que suele pasar desapercibida, ignorarse o incluso silenciar, como si el pasado no fuera fundamental para valorar nuestras letras.
Tandil no sólo ha albergado escritores reconocidos e importantes para el canon nacional sino que también ha creado – y criado- los suyos. Los últimos años de la Feria del Libro han demostrado la enorme cantidad de escritores que las sierras han cobijado y cobijan (muchos de ellos de localidades vecinas que se han radicado en nuestra ciudad).
La ficción aparece como una novedad que en los últimos años ha explotado gracias a la publicación de novelas, cuentos e incluso leyendas (género por demás recurrente para narrar los emblemas naturales que rodean la ciudad).
Uno de los dramaturgos más importantes en el inicio del siglo pasado fue un tandilense: Rodolfo González Pacheco. Nació en nuestra ciudad en 1881 y propuso el llamado “teatro de ideas” mucho antes que los conocidos “teatro del oprimido” o “teatro del pueblo”. Incluso antes que los Discépolo, Roxlo, entre otros, pero vaya a saber uno porqué es muy poco conocido. Pacheco fue un militante anarquista que dirigió nada más y nada menos que los famosos periódicos de dicha orientación política “La protesta” y “La batalla”. Escribió obras como “La inundación” (1917), “A contramano” (1924) y “Compañeros” (1936), entre otras.
Otro que escribió en el periódico anarquista que dirigió Pacheco fue Álvaro Yunque que murió en nuestra ciudad en 1982 silenciado por la dictadura (en una especie de exilio interno). Yunque había nacido en La Plata en 1889 y decidió transitar los últimos días de su vida casi a escondidas en Tandil. Fue poeta y narrador y colaboró en distintos diarios nacionales. En 1979 fue galardonado con el Gran Premio de Honor por la Sociedad Argentina de Escritores.
El teatro tandilense es uno de los más respetados del país, y la tradición nos lleva a pensar en un autor importantísimo como Mauricio Kartún, muy reconocido por los estudiantes de drama y el público local.
El compromiso político de Pachecho y Yunque es un indicador de una tradición que, como veremos más adelante, también se impone a otros escritores y escritoras.
En 1912 no sólo se cayó la Piedra Movediza. El 4 de abril no sólo se agasaja el aniversario de la fundación de la ciudad. Es que el 4 de abril de 1912 nació José Américo Ghezzi, más conocido como “Beppo”. Beppo Ghezzi fue un famoso linyera, anarquista y poeta de un gran poder de reflexión sobre la política y la palabra. Quienes lo conocieron aseguran la capacidad de relacionarse con la naturaleza que puede observarse en varios de sus poemas.






  (Foto: Witold Gombrowicz, Villa Anahi, Tandil, Argentina, 1959, archivo de Rita Gombrowicz/FOTONOVA)



No se puede hablar de “el periodismo de los últimos años” si no citamos a Jorge Dipaola Levin. “Dipi”, como lo apodó Witold Gombrowicz (el escritor polaco que hacía sus visitas a Tandil por un problema de salud en los años sesenta), es uno de los personajes más recordados y respetados de la cultura local y la literatura nacional. Una anécdota muy curiosa tiene como protagonistas a Dipi y al boxeador Carlos Monzón. El periodista fue a entrevistarlo, por alguna razón discutieron y la nota se tituló “La primera vez que Monzón se rindió ante un supermosca”.
Murió pobre y en soledad. A penas Página 12 le dedicó una discreta nota, a él que escribió tantas para ese diario.
Pero fue Dipaola el que le dijo a Osvalo Soriano que “Triste, solitario y final” ya estaba para publicar, la vez que el “Gordo” le pidió que le observara el manuscrito. Soriano nació en Mar del Plata y vivió en Tandil en los años sesenta. Trabajó como sereno en Metalúrgica Tandil donde pergenió varios de sus relatos y crónicas para los diarios. En 1969 publicó un artíc ulo criticando la procesión de Semana Santa y decidió mudarse porque no habían caído muy bien sus palabras en los ilustres de la época (ver “Piratas, fantasmas y dinosaurios”). Genio.
Ricardo Garijo fue un destacado narrador e historietista. Su novela “El fuego” -que relata algunas escenas de la ciudad durante la última dictadura- ganó el concurso Autores Tandilenses en 2004, merecido premio con un texto que debiera ser leído en la escuela secundaria.
Un cantautor que pasó su infancia en Tandil fue el gran Facundo Cabral. Músico y poeta, místico y viajero imparable, cosechó una vida llena de éxitos por el mundo. Sus anécdotas y sabiduría recorrieron los mundo que pueblan este planeta. Vivió en la escuela de la avenida España, a metros del Calvario. En cada entrevista recuerda la ciudad que lo vio crecer y en donde aprendió a leer y escribir.
Hace diez años me tocó entrevistar a Patricia Ratto cuando aún no había publicado “Pequeños hombres blancos”, novela que Dipi le estaba corrigiendo por aquel entonces. La escritora tandilense es una de las más importantes autoras de los últimos años, no sólo de nuestra ciudad sino a nivel nacional. Su última novela “Trasfondo” ha recorrido varios países y es considerada uno de los relatos más formidables de la “ficción histórica”, donde la autora reconstruye un episodio de la guerra de Malvinas desde el fondo del mar.
La idea de tradición emerge como legado, una especie de herencia que se materializa en la capacidad creativa de jóvenes comprometidos con la literatura. Y no me refiero a una temática u otro orden de cosas centrada en las leyendas alrededor de lo pétreo, por ejemplo. Digo, la figura de autor tandilense parece instalarse en el universo de las letras mediante el trabajo serio y colectivo (como en el caso de algunas antologías), en donde las publicaciones independientes comienzan a lograr esa autonomía que las grandes editoriales le habían hecho perder a los escritores. Ya no es necesario irse a Buenos Aires a publicar: al círculo de lectores lo elige el escritor.
En la actualidad, una camada de jóvenes poetas y prosistas han dejado de ser promesa para consagrarse en perspectiva de ser leídos y valorados desde la ficción como el caso de Lucas Vesciunas (autor de “La muerte del señor Miyagi”), Ana álvarez (“Últimas cuestiones”), Martín Di Lisio (“Hacerse agua”- cuentos) o el polifacético Nicolás Arizcuren (autor de “Búho”), entre otros escritores y escritoras de la zona. Y en poesía se puede mencionar, por ejemplo, a Julio Villaverde, Ana Caliyuri y a Sebastián Zampatti.
El trabajo riguroso, la búsqueda de la estética más lograda parecen ser el motor de producción de estos autores -entre otros que se arriman- y hacen de la literatura tandilense un motivo para sentarse a leer e identificarse con el aire serrano que emanan las páginas de la nueva narrativa local.

domingo, 5 de octubre de 2014

La desdicha de la vida



Alquilé un lugar para tener donde caerme muerto y me atrasé en el pago.

Planté un árbol y salió cicuta.

Escribí un libro y me lo censuraron por plagio.

Tuve un hijo y se parece mucho a un vecino.

La dicha de la vida me ha esquivado por completo. Lo que ayer era futuro
hoy es una quimera, y el sueño de lord elegante que tenía me lo 
quitó el despertador.