lunes, 22 de mayo de 2017

El fútbol según Borges (un diálogo posible)



-         Señor Borges, usted dice que desprecia el fútbol pero una vez acompañó a su amigo a ver un partido al Monumental...
-         Efectivamente, como usted bien dice lo acompañé pero... ¡Cómo voy a mirar! Soy ciego ¿comprende?
-         Discúlpe, es una manera de decir.
-         Está bien. Considero que es un deporte muy aburrido. Once muchachos contra otros once corriendo detrás de una pelota es abominable. Créame. Prefiero la prosa de Stevenson.
-         Comprendo. De todos modos no se puede comparar un juego con la literatura.
-         ¿Por qué no? Acaso ustedes, los futboleros, no dicen que Distéfano es una “saeta”, término que viene de las antiguas lenguas clásicas, o que ese tal Pelé es un “rey” shakespereano, un Othelo y que Labruna era un “poeta” del gol...
-         Son formas de denominar la magia que portan algunos futbolistas.
-         ¿Magia? ¿Acaso también hay trucos?
-         Es una metáfora. Me extraña que usted desconozca estas apreciaciones líricas.
-         Las ignoro, claro. Prefiero los versos de Dante. El fútbol es una estupidez, eso creo.
-         No coincido. ¡Es popular! Fíjese, en todo el mundo se juega.
-         El mundo es estúpido. ¿Sabe usted? Todo lo popular es populista y, por lo tanto, repugnante.
-         No se ofenda maestro, pero creo que se equivoca.
-         Puede ser. Soy mortal. Los elogios son calumnias. Al menos no ando, como un perro, detrás de una circunferencia...¡Fíjese quién está más errado!
-         Es que el fútbol es mucho más que eso. Hay una estrategia, tácticas, habilidades, trabajo en equipo, la gente que disfruta de un espectáculo... No es menor.
(Silencio)

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-         ¿Leyó la “Poética” usted?
-         No.
-         Bueno. Allí, el gran Aristóteles, observa que todo lo que mueve a risa es un género menor. Por eso, la tragedia es lo que demuestra los verdaderos sentimientos humanos.
-         ¿Ha oído usted hablar de Sócrates?
-         Sí, claro. Otro genial pensador griego.
-         No, el que yo digo es brasilero.
-         ¡Ah, no! Discúlpeme. Yo puedo saber poco de fútbol pero usted es un necio. No me trate como idiota. Sócrates fue un filósofo ateniense anterior a Cristo que, si bien no escribió nada, sus testimonios orales fueron fundamentales para su análisis de la moral humana, entre otras cosas.
-         Jamás lo consideraría idiota, maestro. Pero yo le hablo de un jugador brasilero de nombre Sócrates que es un crack. Y no sólo eso, es un hombre de ideales, militante comunista que lucha por la democracia...
-         No me venga con esa cosa de la democracia y los comunistas. ¡Encima de perseguir un balón persigue el libertinaje! El progresismo siempre me pareció ridículo. No me obligue a entrometerme en terrenos de discursos políticos que no conducen a nada.
-         Discúlpe, maestro. Pero otra vez no coincido. En el fútbol hay aspectos sociales y culturales que dicen mucho de los países: su situación política, económica, cultural. ¿No lo cree?
-         Lo que yo creo es que es una manipulación para la gente. Los poderosos deciden.
-         En esto último tiene razón. Por ejemplo, los juegos olímpicos de Munich, donde el Fürer decidía quién ganaba y quién perdía.
-         Bueno, pero usted hace referencia a un monstruo.
-         “Mostro” es el pibe Maradona. ¿Lo vio jugar?
-         ¿Usted me está cargando? ¡Soy ciego!
-         ¡Es una manera de decir! Homero era ciego y mire qué poeta fue.
-         Eso es otra cosa. ¡Y ese era poeta! No el delantero de tal o cual equipo...
-         Alguien me dijo que usted es hincha de Newell's de Rosario. ¿Eso es cierto?
-         Confieso que simpaticé un tiempo por aquel club. Igual, eso no quita que los leprosos siempre me dieran picazón, ¿sabe?
-         La porfía, parece ser, es una virtud para usted.
-         Soy porfiado. Maldigo a los que hayan inventado este deporte hipócrita.
-         Los ingleses se jactan del invento, señor. ¿Acaso no forma parte de su descendencia?
-         Bueno, después de todo, en algo debían fallar los británicos. Inventaron el fútbol porque no entendieron a Shakespeare y lo ignoraron a Chesterton ¿No le parece?
-         Puede ser…lo dejo maestro. Me voy a la cancha porque hoy jugamos…
-         Ah, no sabía que era usted un player…
-         (risas) No, no, me refiero a que juega mi equipo.

-         Ah, muy bien… ¿habrá una butaca para mí?

jueves, 4 de mayo de 2017

"Poesía proletaria" Fernanda Laguna: alienación (análisis crítico)

Alienación y búsqueda en la poesía de Laguna

Por Víctor Torres

Con la lectura de “Poesía proletaria” uno puede comprender cómo funciona el sistema capitalista. En términos marxistas, si uno intentara definir la Alienación podría hacerlo, sin vacilar, con los versos que Fernanda Laguna vomita en una especie de prosa poética que lleva un pensamiento explosivo.
La entrega al mercado ya no resulta solamente insertarse en él para condensarlo, es decir, salgo a vender para hacer consumir. Esto evidencia que, para comer, es menester estar en el sistema a cualquier precio. Esto parece querer imprimir el “Yo” del poema que es un claro mensaje a la condición humana y su vulnerabilidad. Sobre todo, el de la mujer, condenada y reprimida por el patriarcado que no ve en ella otra idea que la de “puta”.

Algo del poema de Laguna también aparecen en la obra de Gabriela Cabezón Cámara, o Washington Cucurto1 (con quien han coincidido en un “realismo desenfrenado”, como me gusta llamarlo). Desde otro lenguaje, en Selva Almada puede verse la imagen en la mujer proletaria que sufre los tormentos del machismo.
Sin embargo, pese a lo generacional (Laguna nació en 1971) sus textos se asemejan al estilo under que circuló en los bares porteños hacia fines de los 80 y principios de los 90. En este sentido, hay cierta cercanía a la lectura sobre la sexualidad que hacían Perlongher o Baigorria.

Retomando la idea que plantea el poema, quien lo narra pertenece a la clase trabajadora. Si bien el título lo delata, el primer verso acomoda casi toda la “trama inicial” que cualquier lector busca:

Hoy he trabajado
desde las 9.00 a las 16.15.

Es un horario comercial, concreto, exacto. Y en la acción de trabajar está también la de hacer trabajar, es decir, quien protagoniza el poema vende herramientas de trabajo pero no de cualquier trabajo:

En lo de Rosita vendí
varios bastidores,
algunos pinceles,
acrílicos.

Lo artístico cobra otra dimensión. Es como vender libros o tocar la guitarra en una esquina a la gorra. Quien narra en el poema tiene el poder de los objetos que materializan el arte y, si bien los vende, al menos quita de eje la idea inicial de este análisis: me inserto en el mercado ofreciendo a la venta productos para hacer arte.
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Me resulta muy interesante el encuentro que tiene con “la empleada” de Ana “que vive en la calle Ortiz de campo/ Palermo Chico”. Su clienta es de barrio “de bien” (no hace falta irse a Nueva York para ver gente con guita). Acá el arte se convierte en lo “cool”. Es como si le vendiera a Marta Minujín. Pero en la respuesta de la empleada “- La señora no está” lo que hay es un encuentro de dos mujeres al servicio de otra: “Proletarios de todo el mundo, uníos” es la consigna marxista por excelencia. La “otra” no está, pero “nosotras sí” parecieran decir. Faltaría, entonces, preguntarse ¿y qué hacemos?

El final es determinante. Es el momento que ayuda a complementar todas las estrofas del poema. Por eso, vale la pena transcribirlo:


Mientras esperaba
pensaba en que podía
vender mi cuerpo
(hacer sexo)
para ganar más dinero
y no tener que cargar
tanto peso.
De todas formas
pensé,
ahora también lo estoy vendiendo.


Marx decía que el proletariado es la peor explotación porque emplea su fuerza de trabajo y es consciente de que está siendo explotado, a diferencia de los esclavos o los vasallos que no tenían asumida su ontología. El verso fina remata toda una experiencia sensible. “No es la consciencia lo que define al ser, sino que el ser define la consciencia” y aquí parece instalarse la idea de que la condición laboral no cumple con los preceptos humanos. Para el caso, es lo mismo vender productos que vender mi cuerpo (tener sexo a cambio de dinero). La alienación, queda claro, es la prostitución.
Mientras esperaba pensaba” dos verbos imperfectos que son necesarios para reflexionar sobre mis propias acciones. Lo que transporta (pinceles, bastidores, acrílicos) lleva “tanto peso” (el arte) que prostituirse no serían tan grave. Además, el sistema obliga a “ganar más dinero”.

En conclusión, “Poesía proletaria” es una interesante propuesta literaria para comprender los pormenores del sistema que oprime y exige más de lo que ofrece benévolamente.

1Ver nota de Página 12: https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-2674-2012-10-26.html