martes, 9 de enero de 2018

Una de caníbales

Por Víctor Torres

Los ejercicios de la humanidad están condenados a convertirse en actos terriblemente inhumanos. Ante la posibilidad de luchar por sobrevivir, la individualidad del hombre es capaz de manifestar sus peores mezquindades ante su propia condición, porque eso es lo que ocurre en la flamante obra "Cadáver exquisito" de Agustina Bazterrica, reciente ganadora del premio Clarín de novela.
El sistema capitalista es la explotación del hombre por el hombre, en la trama ficcional de CE ya no basta con la opresión y la alienación: es necesario domesticar la vida humana para poder alimentar al resto de los humanos.
"Tener una cabeza doméstica en la ciudad es un signo de estatus que da prestigio", civilización y barbarie parecen ser la misma cosa, pero entre el devorador y el devorado hay una grieta establecida que nadie piensa ceder.
Los animales ya no pueden ser comestibles. El gobierno ha advertido que un virus mortal hace imposible el consumo de carne animal. Entonces, "la ley del más fuerte" se antepone y se constituye "la lucha por la supervivencia": los frigoríficos de carne humana dominan el mercado en manos de otros humanos que se asumen el poder decidir quiénes son aptos para el consumo y quiénes no.

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En el mundo de la novela, lo fantástico no es tan fantástico, lo terrorífico no es tan irreal. Justamente, ¿qué puede haber de irreal en un mundo en el que la humanidad se ha vuelto tan individualista, donde prima el "sálvese quien pueda", donde somos capaces de "pisar la cabeza" de otro para obtener nuestros propios beneficios?
Una cadena de montaje natural, sin miramientos, parece hallar su lógica en el universo de Cadáver exquisito. Nadie se cuestiona "quién se come a quién": la naturaleza impuesta ahuyenta cualquier posibilidad de caos porque nadie lucha contra eso: si hasta los más pobres asaltan un camión jaula cual zombies para poder devorar lo que llevan adentro.
Marcos Tejo, el protagonista, trabaja en un frigorífico que produce y selecciona reses de carne para ser consumida, pero carne humana. Su labor allí lo tornan un sujeto ausente de sus propias condiciones de vida. La pérdida de su hijo y la separación de su mujer, lo llevan por caminos sinuosos para replantearse qué es lo que le falta. Hasta que llega Jazmín.
Con un lenguaje singular, tiempo y espacio determinados en un futuro próximo, una trama atractiva de principio a final (por momentos kafkiana) que conduce a una lectura voraz, tan voraz como el hambre humano de ingerir a otro humano.