miércoles, 23 de diciembre de 2015

Los libros que el Macrismo piensa impartir en las escuelas

Listado incompleto de libros que el actual gobierno tiene pensado llevar para las instituciones públicas educativas.

- "Yo puedo hacer que cualquier salame sea presidente" Jaime Durán Barba
- "Reflexiones Belunísticas" Belén Francese
- "Combustible espiritual" Ari Paluch
- "Crónica de un choque anunciado" Chano Charpentier
- "Frases y Proverbios" Rabino Bergman
- "De cómo hay que tocar un culo" (Tesina) Miguel del Sel
- "Dramaturgia" La Tota
- "Una excursión más allá de la General Paz" Horacio Larreta
- "Mi padre decía que yo era un pelotudo" Alejandro Rozitchner
- "Grandes investigaciones" Luis Majul. Prólogo de Joaquín Morales Solá
- "Antes fui progre pero me curé" Mario Vargas Llosa
- "Fuimos víctimas de un pibe con visera que nos miró" AAVV. Compilado por Los Leuco
- "Manual de instrucciones para evitar piquetes en las escuelas" Eduardo Feinman
  

Editoriales: Clarín y La Nación

martes, 15 de diciembre de 2015

El "implacable" Niño Bien de la camisa celeste en su fiesta de agasajos a las corporaciones que lo sustentan en el poder (Oda no chequeada)


Cero retenciones,
amigos terratenientes.
DNU: Decreto de Necesidad y Unicato
para mis amigos de la Corte (que no se corte).

Pongan ese tema, che...
cric cric
Ese...el del fantasma...ah,
maicol yacson: ese sí que la tenía clara...cuak
(baile estrambótico)

Como les decía...jem jem
basta de corrupción...don niembraaaa.
¡A ver! Juliana...trae a los chiquis de Liniers,
no... esos negritos que cose y cosen...
si, los parientes de Evo...
Eh Bo´ lita...jijiji...excelente...
Que desfilen con el aguayo puesto
y hagan barullo como allá en sus pueblos del lejano oeste.

Dale Gabriela! Parate y poné música...
algo que sepamos todos.
Larreta, vení, dejá de boludear y traé el cotillón:
ponete esa peluca fucsia que tanto me calienta.
Ah, y el suyi, traé suyi
y un champuncito.

Bailen, bailen, bailen,
sigan mi ritmo ¡Buitres!
Estan invitados a mi hapi fest por el ort,
japi japi japi!
Dancin dancin dancin hot hot

¿Eh?
¿Cómo que está prohibido el puterío?
¿Qué es esa locura de prohibir el cabaret?
Voy a terminar con el curro de los derechos de las mujeres y niños...

Dancin, dancin, dancin...
no así, con la cadera bien suelta
y los brazos en la cintura Antonia!
Así, ¿no ves qué suin tiene la negra que limpia?
Deberíamos aprender de esas culturas oceánicas
que nos prede..., que nos precie..., que nos pre...
(¿cómo se decía Jaime?)
eso, que estaban de antes.

Bailen bailen bailen
que esto, esto recién empieza...

viernes, 11 de diciembre de 2015

Los dueños de las palabras

En el momento de la jura, el presidente electo Macri prefirió usar la palabra "honestidad" en vez de "patriotismo". Según circuló, esta última había quedado muy pegada al gobierno anterior y por eso era menester utilizar otro término.
La excusa es un síntoma de otro infantilismo que acarrea el incipiente gobierno. Sin embargo, resulta atractivo pensar que se dejan de utilizar o pronunciar algunos términos por otros debido a la "apropiación" de las palabras. Si el empresario hubiera usado "patriotismo" ¿era motivo suficiente para poner en cuestión su uso o pensar que el gobierno anterior se podía identificar solo con esa expresión y no otro? ¿Macri es un "antipatria" por eso?
Durante la campaña, la misma palabra "cambio" fue la más esbozada por la coalición que formaron tanto el PRO, como la UCR y Carrió entre otros. El término "cambio" (Cambiemos) debe ser uno de los términos más nombrados a la hora de pensar en una política diferente a la que rige y que, por lo tanto, es necesario "transformar" (como sinónimo de la anterior). A esto se suma otra expresión que desde el kirchnerismo se frecuentó y fue la de "volver a las noventa", acusando a Macri de ser neoliberal. Pues eso es bastante cierto: muchos de los ministros del gabinete del jefe del PRO pasaron por los gobiernos menemistas y de la Alianza (Bulrrich, Prat Gay), de modo que pensar en un "cambio" resulta una farsa.
Otra de las palabras que circuló durante la campaña final fue "Ajuste", sobre todo desde sectores progresistas y de izquierda. Ninguno de los que recibían esa acusación aceptó tal caracterización, pero se ha de comprobar que el "ajuste", en su ejecución económica, ya estaba siendo aplicado en el bolsillo de los trabajadores desde antes del uso del término. Esto funciona, en términos estructuralistas, como una superación del significado ante el significante.
Para volver a la palabra "cambio", vale decir que desde muchos sectores de izquierda resulta una definición que le pone nombre a la idea de Revolución que muchos tildan de anacrónica. "Cambio social" viene a ser una forma de decir Revolución, aunque "Socialismo", por ejemplo, en sí misma encierra dichos preceptos.
Es interesante observar cómo un movimiento político o un gobierno puede imponer una función semántica y lingüística en el período que se presenta. En general, el sentido de los términos empleados -que acarrean tanta fuerza del decir, al mismo tiempo- depende del contexto y el lugar en el que se emplee, una visión ideológica o desde una posible adhesión.
En definitiva, parece ser una vez más que el significado de una palabra no se impone por su verdadero valor sino que éste depende de o de los hablantes, o sea, desde el lado en que se lo aplique.

domingo, 6 de diciembre de 2015

CALENDARIO ANUAL DEL MACRISMO



6 de Enero: Reyes (obediencia).
Febrero: Chau carnavales.
24 de Marzo: Festivo, "Nuevo Gobierno"
2 de Abril: Triunfo de la flota inglesa en las Fulkland.
25 de Mayo: Golpe de Estado de unos locos que se creyeron revolucionarios y patriotas.
4 de julio: Día de la Independencia.
11 de septiembre: Sarmiento, el verdadero prócer.
12 de octubre: Día de la raza y gratitud a los colonialistas.
1 de noviembre: Día de la Tradición.
20 de noviembre: conmemoración por la derrota en La vuelta de Obligado.
19 y 20 de diciembre: Jornadas de queja de los pobres.
25 de diciembre: nacimiento de Coca cola.

martes, 24 de noviembre de 2015

La orquesta catalana

Me entero al pasar que el Barcelona volvió a ganar. Volvió a golear. Esta vez la víctima fue un conjunto italiano. El fútbol, desde su juego, está en su mejor esplendor, indudablemente.
Como hincha de River, otro que cada tanto se calza el traje del bien trato del balón, siento la enorme alegría de, muy pronto, compartir un torneo internacional con el mejor equipo de todos los tiempos. Porque desde hace diez años, el Barsa, viene demostrando que todavía era posible que once jugadores pudieran hacer que el brillo del buen juego se posara por un rato en los verdes terrenos del universo.
No sé si juegan a este maravilloso deporte en otras galaxias. Tal vez les falte pasto. De lo que estoy seguro es que nadie lo hace como el equipo de Messi, Neymar e Iniesta. Como antes de Xavi y Ronaldinho, de Rivaldo y Romario, de Diego y Cruyff.
¿Acaso está prohibido que sus rivales toquen la pelota? La ven pasar como perro de la calle, como gato viejo que sabe que es al ñudo correr a ese ratón. ¿Se puede ser tan necio de enfrentar semejante orquesta con la pretensión de no ser avasallado?
No tengo temor de enfrentarlo. Como hincha del fútbol pienso que mi vida debía atravesar este momento único porque el equipo por el cual simpatizo, de pronto, coincidirá causalmente con ese grupo de malabaristas, magos y alquimistas, semidioses vestidos de azul y rojo furioso por llevar a cabo el deseo programado de convertir unas serie de tantos que lo ubiquen como el ganador. Que habrá una mañana en la que se madrugará más que de costumbre, y en un país muy lejano estará mi equipo (si así la debilidad de oriente lo dispone), sus jugadores, representando esos colores y tratar de sofrenar los embates de una máquina capaz de rastrear los orígenes de la humanidad (que seguro tienen que ver con la redonda).
En el fútbol argentino, una goleada de un partido insignificante nos sorprende y es comentada en las antesalas y en las esquinas de paso. Que el Barcelona golee, es una costumbre más como saber que el sol volverá a salir por la mañana.
Quien sabe de fútbol puede darse cuenta que cuando la pelota es dominada por Iniesta –ese muchacho medio pelado con pinta de mozo que danza sobre la gramilla- el mundo deja de ser por un momento ese asqueroso infierno donde priman los desmontes, la corrupción, la esclavitud y otras tantas miserias y se convierte en un circo donde hasta los rivales se divierten.
Una gambeta de Neymar da cuenta de que el ilusionismo es más que una ilusión, que algo hay detrás de ese gesto técnico que te puede dejar con la trucha por tragar moscas. Y si Messi…¡puf! ¿Qué decir que no se haya dicho? Mejor, detractores, mírenlo jugar y después me chiflan. Porque Messi, nuestro Messi, sigue siendo ese niño que no conoce la adultez, que no sabe lo que son las modas ni los mercados, ni el terrorismo, ni nunca se aprendió la tabla del nueve completa porque su mejor labor está en escoger la pelota en algún sector de la cancha y transportarla entre sus pies ligeros, como el divino Aquiles, para terminar abrazado a la gente que lo rodea. Como hacen los chicos en esas plazas perdidas.
Yo creo que Messi no corre, vuela. Sus trotes son para disimular, para desviar la atención, para que nadie sospeche que su virtud es hacer creer a la afición y a los dioses que él es un mortal más.
Ser contemporáneo de ese ballet futbolero, mitad catalán mitad universo, me produce una satisfacción inagotable que lo lamento por mi abuelo que se pasó los últimos años de su vida renegando por no hallar jugada alguna que embelleciera sus ojos. Lo lamento por mis nietos, si es que más adelante no podrán presenciar una escena capaz de nutrir el alma con una pared bien lograda y lujosa como la de este Barcelona. Este Barsa que es lo más parecido a un espíritu divino que hay sobre la tierra, al menos, en lo que va de nuestra era cristiana.

lunes, 12 de octubre de 2015

LA REVOLUCIÓN MARXISTA EN ARGENTINA, UNA UTOPÍA



Luego de más de treinta años de democracia, nuestro país parece no querer salir de un sistema que se mantiene vigente a causa de la explotación capitalista, del hombre por el hombre, con crisis que golpean el bolsillo de los que trabajamos.
No quiero caer en las consignas obvias del troskysmo. Muchos piensan que hablar de la “lucha de clases” o de “proletariado” son consignas ahistóricas y que confunden a “los de abajo”. Algunos propios sectores de izquierda popular prefieren obviar las categorías marxistas más comunes con la excusa de que el lenguaje deber ser “accesible” o “cercano” a la gente de los barrios para así participar de la política. Eso es relativo.
Pero ese no es el eje que quiero esbozar. En un período electoral como el actual, afronto ir de nuevo a las urnas con cierta desesperanza. Tengo la sensación de que lo ideológico vale muy poco (eso no quiere decir que desista de mi confianza en el marxismo), que los intereses económicos individualistas (y burgueses) influyen más en lo electoral que una verdadera construcción popular y de intención transformadora.
Con Scioli, Macri y Massa como principales agentes, la revolución -o si prefieren el “cambio social”- se hace verdaderamente inalcanzable.
¿Cómo lograrlo entonces? Desconozco. No hay una fórmula, o por lo menos yo no la tengo. Lo que sí sé es que así parece que no. “Así” viene a ser “el voto”, las elecciones. El Frente de Izquierda y de los Trabajadores, por ejemplo, ha logrado interesantes sufragios pero poco expectante si se tiene en cuenta que es una porción muy pequeña de lo que se denomina “campo popular”, aún cuando éste sigue siendo escueto en la Argentina, se siente allí representado.
¿Cómo puede ser que los y las trabajadores no tengamos un representante cuando el proletariado es mucho mayor que los patrones?
Falta capacidad de movilización de masas a la izquierda toda, no sólo al FIT. Pero la movilización debe tener trabajo de base; militancia en los barrios, sindicatos y lugares de trabajo; en la facultad y la educación secundaria, etc. No es fácil, por supuesto. Sobre todo si en esos espacios llega un peronista y con el virtuosisimo del capital, los recursos estatales y el asistencialismo (que decae en clientelismo) destruye en breve lo construído con tanto esfuerzo y durante tanto tiempo. Esa es la realidad de muchos barrios en nuestro país.
Volviendo al tema elecciones, vale aclarar que sin dudas es una forma de entablar diálogo con la democracia. Pregunto ¿es el único medio? ¿Cuán democrático puede ser votar a los mismos sujetos que desfilan en el momento que les conviene, con el partido que les conviene, para ganar una elección? En ese sentido, el país sigue siendo más peronista que nunca y difícilmente podamos superarlo. La derecha se mantiene porque, además de tener condición económica y ser los explotadores, coopta las formas de hacer política del peronismo. Por ejemplo, Macri (que acaba de inaugurar un monumento de Perón).Y el peronismo tiene poder porque se relaciona y negocia con las corporaciones que dominan lo económico (empresarios peronistas abundan).
En conclusión: la retroalimentación permanente entre el peronismo y la patronal hacen imposible que la izquierda (encima desunida) logre romper con lo establecido por la correlación de fuerzas caracterizadas.
En algún punto, los enemigos del marxismo de hoy siguen siendo los mismos de hace treinta y cuarenta años atrás. ¿Cómo se los combatió aquella vez? Organizándose en las fábricas, escuelas, en los barrios. Sí. Pero también con la lucha armada. Y pensar que muchos que se dicen de izquierda hoy niegan la toma del fusil, desconociendo la historia.
¿Hace falta una dictadura para tomar las armas? Sinceramente ¿un militante de izquierda en la argentina piensa que va a ser la revolución repartiendo boletas, al igual que la reparte el burgués?
Es para valorar lo realizado por Chávez en Venezuela, Evo en Bolivia, Mujica en Uruguay y Correa en Ecuador (si se quiere) con métodos parlamentarios. Pero ¿eso es marxismo? ¿es revolución? ¿se terminó con la burguesía? ¿Es anacrónico hablar de lucha armada cuando en el mundo la violencia es la principal fuente de la toma de poder? Con la tradición revolucionaria de América Latina ¿está mal pensar que el verdadero cambio se puede dar sólo a los tiros?
Son preguntas que me llevan a pensar que el pesimismo se apodera de uno cuando nota que las cosas van a seguir igual que siempre por más que sólo cambien los nombres.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Distancia de rescate. Samanta Schweblin

Estuve leyendo "Distancia de rescate" de Samanta Schweblin y necesito hacer este breve comentario sobre la obra.
Me parece un relato excelente. Original en su técnica y estilo como pocos trabajos de la narrativa actual.
Ya lo descubrí con "Pájaros en la boca" (libro de cuentos que recomiendo). Enunciados punzantes, personajes muy bien construidos y cuyas voces representan más que "modos del decir", diálogos profundos que invitan a seguir leyendo y devorarse el texto sin más prejuicios.
Es la primera novela de Samanta y se nota el ritmo de cuentista, pero eso no afecta a la calidad del material con el que trabaja: el drama, los miedos, la tensión del cuerpo y ese ir y venir del realismo y lo fantástico que lleva a leerse como un hilo fino a punto de cortarse.
Creo que la autora es una de las narradoras argentinas más destacadas de estos años. Si hay una innovación en las letras por estos tiempos, creo que Schweblin es la prueba de que nuestra literatura está en buenas tintas.

Víctor Torres

martes, 1 de septiembre de 2015

CARTA DE UN PADRE A UN HIJO SOBRE EL FÚTBOL. Víctor Torres




Hijo, tal vez no me creas esto que te voy a contar, pero hubo un tiempo en que el fútbol era algo hermoso. Un deporte, más que un deporte si querés, y que se vivía a flor de piel.
Mi viejo, así como yo te cuento hoy a vos, me narraba historias maravillosas alrededor de la pelota. Por él yo conocí a Garrincha, a Distéfano y Cruyff. Expresaba con nostalgias jugadas de Houseman, las rabonas de Borghi, la potencia alemana, los vuelos de palo a palo se Yashin, los gestos de Obdulio en el maracanazo, la máquina del 50'.
Me acuerdo que siempre me decía que yo debía disfrutar del juego, porque en definitiva el fútbol era eso, un juego. Dentro y fuera de la cancha. Que no importaba si ganaba o perdía. Que el rival no era otra cosa que eso, un rival y no un enemigo al cual debía vencer a toda costa.
Más vale una mano para que se levante que una patada que lo deje afuera” solía decirme. ¡Y con cuánta razón!
El viejo me contaba que antes el fútbol se jugaba sin tantos intereses políticos, con menos policías y publicidades (iguales de violentos), con familias enteras yendo a la cancha, sin tejidos, sin tirar piedras. Antes, antes de fallecer, el fútbol reunía a los amigos, y uno se prendía a cortar papelitos para cuando llegara el día del partido tirarlos en la salida del equipo. Se disfrutaba de un choripán, de charlar con un desconocido sobre lo que dejaban algunas jugadas del primer tiempo. Para sacar una entrada no había que hacer días y días de cola a la intemperie sin baño y durmiendo en la calle. Uno iba a la cancha a disfrutar de un espectáculo privilegiado, sano y lejos del espanto.



Hijo, yo quisiera que sepas que el fútbol no siempre fue eso que hoy ves. Siento culpa por entregarte un legado que no es el que debimos heredar. Mientras la pelota rodaba y la muchedumbre en las tribunas no hacía otra cosa que disfrutar de eso como tal, la condición humana se mostraba esperanzadora. Pero un día vino el Señor Negocio, trajinado de ambiciones particulares y maletines codiciosos para adueñarse de una chilena, un caño, un abrazo entre jugadores con distintas camisetas e iguales deseos de jugar a la pelota. De golpe, el sueño ya no era “jugar en primera” o “un mundial” (como decía ese niño en un potrero de Fiorito mientras hacía jueguitos para una cinta en blanco y negro) sino llenarse los bolsillos, una cuenta en Suiza, el último modelo de coche o salir con las útimas modelos del mercado.
No. Porque lo económico influyó en lo político, lo social, lo cultural (sí, ya sé que me vas a preguntar qué es todo eso, ya lo entenderás). Porque ahí el fútbol perdió su belleza, su dignidad. El fútbol dejó de ser el fútbol que mi viejo, tu abuelo, solía describir apasionadamente, con gestos majestuosos rogando por una jugada, incluso del contrario, que le dé señales de que el milagro estaba ocurriendo aún.
Y el negocio no terminaba ahí, no. Comenzó con smoking y continuó con gente que iba a las tribunas. Y que se decía hincha como vos, como yo, como el abuelo, como tantos. Pero esos pocos pudieron con otros muchos, y se adueñaron del circo, del pase de jugadores, de las banderas, de los papelitos, de los choris, mi bicicleta y tu triciclo. Y por eso dejamos de ir ahí donde vos y yo nos reconocemos y compartimos el mismo amor.
Te juro, hijo, que el fútbol era un teatro de pasiones. Un respetuoso laberinto en el que un objeto de cuero redondo e inflado era pretendido por dos grupos de personas que se esforzaban por llevarlo hasta el arco contrario. Y afuera, nosotros maravillándonos, estupefactos con ganas de estar ahí pero concientes de que el aliento era lo que regalaba color que faltaba.
A la plaza vamos a seguir yendo, no te preocupes. Vamos a invitar a los otros chicos del barrio e iremos al único campito que el boom inmobiliario de la ciudad nos ha dejado, ahí donde pastan caballos y vacas.
Y allí sí, jugaremos entre todos, sin normas ni peleas ni dinero. Sin sanciones ni presiones ni represiones. Sólo por jugar.

jueves, 23 de julio de 2015

GOMBROWICZ, también la filosofía


Cuando la filosofía se empecina en explicar "todo" con conceptos sumamente abstractos, arbitrarios y categorías incomprensibles, sugiero leer "Curso de filosofía en 6:15 hrs" de Witold Gombrowicz.
En una semana, el polaco brindó una serie de exposiciones a pedido de Rita y un par de amigos, sobre los filósofos más importantes que luego se publicó en un libro, un deseo pendiente que logró cumplir poco antes de su muerte.
Gombrowicz explica cada tesis y teoría desde Kant y Hegel, pasando por Nietzsche y Sartre, con una claridad impecable.
A mi criterio, tiene una visión un poco trivial respecto del marxismo (sabemos de su "anticomunismo"), pero no deja de llamar la atención sus conocimientos que pueden observarse incluso en su narrativa.
Un par de frases que a continuación paso a transcribir me resultan muy significantes: "Para mí es un misterio que libros interesantes como los de Shopenhauer (¡y los míos!) no encuentren lectores". "Sartre intenta conciliar el existencialismo con el marxismo, lo que por supuesto es una pamplina".
Siempre atento a todo Witoldo.

sábado, 18 de julio de 2015

El Aleph Comprimido

Se me ocurrió una idea genial, inédita: escribir una versión del famoso cuento de Jorge Luis (no lo apellido por razones lógicas) pero achicado, más discreto, breve, que se yo. En vez de "engordado", que sea flácido, desnutrido, menudo.
Arrancaría así: "Una mañana de calor cagó Betty...", a modo de acotar tanto preámbulo.
En otro sentido, por ejemplo respecto de las fotos de Beatriz, mi narrador describiría un solo cuadro donde ella esté con todos, y listo.
En vez de que Daneri escribiera un poema titulado "La tierra" en la que describe el planeta, en este caso sería autor de "El pueblo" (suena más progre además).
Por otra parte -y como se supone- el "aleph" no será el punto donde se unen todos los puntos del universo sino una bolilla de pequeño ruleman en donde adentro haya, simplemente, la nada misma (y acá engancharía con el nihilismo que tanto me atrae filosóficamente) y en la que el protagonista, por lo tanto, apenas divise una sombra en vez de tanto "vi, vi, vi...".
Temiendo futuras censuras y/o juicios de propiedad intelectual (lo más burgués del conocimiento) me pondré un seudónimo para evitar tales fines que dañen mi integridad moral y física.


                                                                                                                                                                                     Antonio Viga

sábado, 4 de julio de 2015

Breve comentario sobre “Aquí América Latina” de Josefina Ludmer

 

Con un importante corpus de lectura y audiovisual, Ludmer logra un ensayo preciso para explicar algunas categorías que la literatura define para la sociopolítica previa a la crisis del 2001.
En forma de diario, entrevistas con autores (entre los que se destacan Héctor Libertella y Martín Kohan), notas al pie, citas de periódicos, la exposición de la autora de “El género gauchesco” señala cómo la “realidadficción” (todo junto, como una totalidad que conlleva sus propias variaciones) establece la recategorización de los términos que componen la narrativa en lengua hispana al finalizar la década del 90.
La realidad y la ficción parecen no sacarse ventajas. Ludmer demuestra que la literatura, mejor que nadie, expresa aquellos componentes de una realidad solapada, pero realidad al fin que encuentra en la ficción su mejor estadía.
Autores como Aira, Suez, Gamboa, Vallejos, Bellatin, entre otros, para Ludmer han creado obras que determinan la territorialización en el cual se mueven los personajes que el sistema económico ha generado: los marginados, los pobres, los inmigrantes, los exiliados: clases populares que sufren el devenir final de una etapa capitalista salvaje como lo fue el neoliberalismo y desembocará en la Crisis del 2001.


Y con ello, el lenguaje. Ese poderoso armamento que produce sentidos, identidad, memoria. Porque salir del territorio en busca de mejor calidad de vida implica irse con un lenguaje a otro, dentro de hispanoamérica y fuera de ella. Las inmigraciones entre países limítrofes generan un nuevo agente social que funciona como una dialéctica con el habla y las características ontológicas del sujeto que hace de la Argentina un territorio cosmopolita por excelencia.
Ludmer ejemplifica fehacientemente, aporta datos determinantes de fuentes muy amplias y, como ya sabemos, lee a montones y da cátedra de su conocimiento una vez más.
Con este ensayo, Ludmer vuelve al ruedo sobre los temas que más le interesan: la capacidad de la ficción para interpelar la realidad, la sociología de la literatura y el propio continente en el que se mueven los objetos y sujetos para la experimentación ensayística.

jueves, 4 de junio de 2015

“Chicas muertas” de Selva Almada

 
Por Víctor Torres

En el contexto de un reclamo histórico, NI UNA MENOS, y participando de las movilizaciones, leo “Chicas muertas” de Selva Almada. Casi como un presagio, el texto pareciera cerrar las historias viendo a una multitud que por las calles se aunaba en un sólo grito: basta de violencia de género.
El libro de Almada retracta en tres historias, que son miles, el terror que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres. La agresión como el recurso más pobre que un hombre, que deja de serlo cuando lo ejecuta, puede cometer. Un acto de violencia que no sólo es física sino verbal. El lamentable suceso que culmina con la muerte o perpetúa la dominación.
Jóvenes, lindas, madres. Pobres, porque la condición social que predomina en “chicas muertas” son media baja y baja en su mayoría. María Luisa, Andrea y Sarita -esta última aún desaparecida-, tres de muchísimos casos donde se ve lo peor de lo que llamamos humanidad. Cada una ultrajada de manera distinta pero con el mismo fin: la desaparición o la muerte si se niegan a ser poseídas.
Almada no sólo escribe un libro: trabaja, construye y reconstruye, denuncia, reclama. Es cronista, narradora, periodista. Lo que el Estado pareciera no querer saber (y que en el texto está ausente), la autora de “Ladrilleros” se preocupa por recorrer los caminos que transitaron las víctimas, ponerse en su lugar, todo lo que una investigación policial ignora, tal vez por una obvia complicidad.
Los hechos de violencia no suceden sólo en las grandes urbes. Naturalmente, en los pequeños pueblos del interior también ocurren y es tal vez donde todos saben qué y cómo pasó pero nadie se atreve a decirlo. En esos territorios se mueve la autora, con descripciones que cualquier lector las puede asociar al realismo mágico cual Rulfo o García Márquez. 



Debe hacer unos 40 grados a la luz de la luna, sobre el corsódromo que se levanta frente a la vieja estación de ferrocarril, hoy devenida centro cultural. De un lado de la calle están montadas las tribunas. Es el sector popular. Del otro lado hay mesas y sillas desde donde se puede ver el espectáculo con un poco más de comodidad. Por ser la última noche de carnaval, la entrada es gratis. Pero las sillas y mesas se pagan a un precio muy alto y hay que reservarlas con bastante anticipación (…) Unos tablones sobre barriles de aceite, levantados en las calles aledañas, son el expendio de choripanes y cerveza, servida en esos vasos de plástico de un litro en los que cabe la botella entera (…)
Cuando por fin nos estamos yendo rumbo a los autos estacionados en un predio, me llama la atención una voz todavía infantil que grita: vó a mí no me va a cogé, qué te pensá, negro puto, puto e' mierda. Una nena de doce años... se pelea con un grupito de varones”.

Sin embargo, de mágico no tiene nada (más allá de los videntes, gitanos y tarotistas que ponen una cuota de espiritismo a los diretes). Se trata de un texto doloroso, su lectura implica llenarse los ojos de bronca.
Almada logra, al mismo tiempo, un material literario y periodístico impecable. Su capacidad para narrar le otorga la autoridad para ser la pluma que cuente lo que la memoria traiciona. Pero justamente, lo más importante es tener memoria para que NI UNA MUJER MÁS sufra una agresión a manos de un hombre.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Homosexualidad en la ficción argentina (algunas escenas)





En “Literatura argentina y realidad política”, David Viñas considera que la literatura nacional comienza con una violación. De hecho, así parece. En “El matadero” Echeverría lleva hasta el extremo la “crueldad” con que actúan los federales en una de las primeras obras que narran la política del siglo XIX y, por lo tanto, el origen de la narrativa argentina.
Pero la violación -tanto en el cuento de Echeverría como en otros- contiene en su acción características de una bisexualidad, mejor dicho, la consumación carnal se da principalmente entre hombres que no sienten ningún pudor en asumir esa homosexualidad. Más bien, no se preguntan sobre sus conductas sexuales (que tampoco reprimen), no se hace una “teoría de crisis sexual” capaz de plantear los motivos de ese deseo.
En varios relatos, se presentan conductas pergeñadas con cierto sadismo. A Matasiete, por ejemplo, parece excitarle más el sufrimiento de su víctima que el deseo carnal en sí. Entonces, esa figura bestial y ruda que lidera un grupo de federales embravecidos, ¿Puede considerarse un “marica”?
En el cuento, la violación concretamente queda en suspenso, es decir, el hecho no se consuma ya que el relato concluye con el inglés acostado sobre la mesa de carneo y tratando de resistir a que lo desnuden por completo.
La hipótesis de Viñas puede ser atendida, justificada e, incluso, profundizada.
En el cuento de Echeverría, la violación implica también un hecho homosexual ya que un grupo de hombres se apresta en abusar carnalmente de un muchacho unitario. Este hecho parece ser una constante en la literatura argentina: ya no la violación sino la homosexualidad propiamente dicha.
En “El niño proletario” Osvaldo Lamborghini recupera ya un mito que es “El matadero” y con un lenguaje virulento pone en escena las diferencias sociales por medio de otra violación. De nuevo, los varones, niños en este caso, en una situación de extrema violencia, de un abuso sexual agravado, casi un acto de pornografía infantil para explicar el “dominio” de una clase sobre otra.
Por ese camino también incurren Luis Gusman con “El frasquito” y varios trabajos de Néstor Perlongher, donde la homosexualidad entre hombres procura ser una válvula de escape para mitigar las miserias en las que viven sus personajes.


En “El beso de la mujer araña”, Puig desarrolla una trama donde la homosexualidad es el motor de la narración. Sin embargo, a diferencia de los textos citados, los personajes Molina y Valentín llegan a una relación consentida, a tal punto que el contacto físico es la manifestación del propio deseo. Molina desea transformarse en mujer (como un entusiasmo perlongheano), Valentín se transforma abandonando la heterosexualidad.
El mismo Puig cuenta que durante la infancia la homosexualidad es recurrente en tanto y en cuanto es una etapa de definición sexual para el género humano.
¿Qué hace que se repitan tramas de índole sexual, asociada con la juventud en varios períodos de la literatura argentina? ¿La homosexualidad tan recurrente en la ficción es acaso una manifestación de la propia historia (sexual) del país?
En el capítulo tres de “El juguete rabioso”, una escena entre Astier y un muchacho que se prostituye retrata un poco la vida de los marginados de los años treinta. Como Molina, el compañero de cuarto de Astier desea ser una mujer (abusado por su maestro en la infancia), sufre el desprecio de los demás y busca en el protagonista de la novela, alguien que lo comprenda. En una historia de ladrones y buscavidas, Roberto Arlt no podía omitir que la prostitución -en este caso de un hombre- quede por fuera de ese “antro porteño” que es la ciudad en la que sucede todo su universo.
La prostitución y el travestismo también son dos constantes en la narrativa argentina. Como también ocurre en el cine nacional, la literatura ha trazado un paralelo entre lo sexual y lo social, e incluso lo político. Echeverría debía llevar su relato hasta las últimas consecuencias para demostrar la osadía con que actúan lo federales, así como Lamborghini argumenta las bestialidad de la burguesía contra lo plebeyo.
Habría que preguntarse hasta qué punto lo sexual no define el género de la narrativa nacional.


Texto extraído de "Notas en el margen. Apuntes de lecturas perdidas", Víctor Torres

viernes, 27 de febrero de 2015

Un muerto en el baúl


Por Víctor Torres


Si Arlt fuera contemporáneo escribiría historias como esta. Negocios turbios, matones, putas, mafiosos con pasado represor, drogas, etc. Todos tenemos un muerto en el placard, pero el Señor Machi lo tiene en el baúl de su auto.
Una prosa fluída, un lenguaje mordaz, diálogos que se mezclan en párrafos discretos; una novela negra que tiene los condimientos necesarios para mantener en suspenso al lector por un rato, que es el tiempo en que se devora un texto así.
Como un relato de Jim Thompson o con escenas dignas como las que involucran a Pepe Carvalho, la novela de Kike Ferrari (1972) supera los paradigmas que nos hablan de que “el policial debe ser intelectual”. La erudición en “Que de lejos parecen moscas” (2011) está en otro lado, en la persuación de hacia dónde va el mundo si en este sistema capitalista y deshumanizante “el triunfo es del delito” y no de la subversión y la guerrilla urbana revolucionaria (los “delincuentes” de los setenta). “Ser vivo es más importante que ser inteligente” afirma en un momento el protagonista.
En este sentido, el mismo Rodolfo Walsh supo poner en discusión al género a través de la investigación periodística que potenciara el enigma y así quitarle el velo que los canónicos del género sentenciaban.

Hay que reconocerlo: los hicimos mierda, los zurdos se quedaron sin brújula. O mejor: les metimos la brújula en el culo. Nos los cojimos de parado. Y ahora no saben qué hacer, ni contra quién”.

En la novela hay un presente definido cuyo paralelismo nos lleva -aunque sea por un instante- a otro tiempo; pero este presente acarrea un pasado negro, más negro que el género que la envuelve: los grupos (para) policiales (antes, la Triple A) que persiguen a los jóvenes pobres y los obligan a delinquir (como Luciano Arruga ahora, como los militantes en los setenta antes) .
Si al delito lo dominan los de arriba, los pobres solo obedecen y apretan el gatillo. Los sicarios y tranzas son los nuevos esclavos de la mafia: negros, villeros, excluídos, analfabetos, pobres. Si con ellos no se hace la revolución ¿con quién entonces?
Que de lejos parecen moscas”1 puede ser leído como policial pero, como todo policial, lo importante es descubrir la trama social e ideológica que se impone por sobre el delito criminis causa en sí.

La cuestión el héroe

El solo hecho de que el protagonista piense en quién de sus conocidos le pudo haber puesto un cadáver en el baúl de su propio auto, asesinado con su arma, con las manos atadas con sus propias esposas, significa que hay alguien peor que él. Quiero decir: si el señor Machi es el cretino de la historia ¿qué queda para el responsable de semejante mensaje mafioso?
Luis Machi adopta un doble estándar: pasa de ser el victimario a víctima, y gracias a esa conversión se transforma en su propio detective: a medida que busca deshacerse del cuerpo a las afueras del centro de la ciudad (la sangre del lado de la barbarie, cruzando la General Paz) analiza quién lo ha traicionado. He aquí la gran virtud del relato que construye Ferrari que viene de una tradición arltiana, de Walsh y también de Borges porqué no (“La muerte y la brújula”).
En el relato, la policía está totalmente subestimada. La presencia oficial se expresa sólo para detener el paso del señor Machi en la autopista quien, perturbado por la situación, piensa en coimear a los agentes para continuar su camino. La escena demuestra que la intervención policial se da por fuera de los sucesos, una complicidad implícita pero coherente a los tiempos que corren: lejos de la justicia.
No recuerdo ahora quién dijo una vez que en la novela negra no puede existir un héroe sino, en todo caso, un antihéroe. Es un precepto válido pero si, justamente, en una novela negra el héroe no es como el señor Machi ¿a qué llamamos género negro? ¿Cuáles son hoy – en el mundo actual- los posibles valores que dictaminan a un héroe?




Elogiada en el festival de Guijón por nada más y nada menos que Paco Ignacio Taibo II, la novela de Kike Ferrari constituye la popularización de un género que se creía perdido en nuestro país y que encuentra un nuevo exponente en caminos que se venían cerrando.

1Con el tema de las “moscas” hay un simbolismo (en la novela se dan algunas analogías que se proyectan, por ejemplo, en la televisión) por demás interesante dentro de la literatura. La mosca no es solo una forma de denominar al dinero, ya en la mitología romana, Júpiter es considerado el “rey de las moscas” y éstas lo acompañan en varios dramas. El zumbido en el oído, el rumor en la conciencia que molesta, ahí están las moscas perjudicando nuestra comodidad (las moscas se revuelven en la mierda).

jueves, 12 de febrero de 2015

"Contorno" y el Peronismo


Buceo de nuevo en CONTORNO, lectura obligatoria para conocer la Crítica Literaria y Política en la Argentina de los 50, tan vigente también hoy.
La revista de izquierda comienza a publicarse en 1953, sin saberlo en el final del primer peronismo. La relación con éste fue extraña. En varios números le dedican varios artículos tomando distancia del "gorilismo" de SUR, pero también criticando la austeridad con que se manejaba el movimiento gestado por un militar.
En la introducción del facsímil que contiene toda la obra contornista, Ismael Viñas -coautor junto a su hermano David- asegura: "Me he referido a nuestro cuidado de no hablar de la política concreta de aquellos días bajo el gobierno peronista, para cuidarnos de las medias de represión que podía tomar. Hoy, parece quizás calumnioso referirse a los gobiernos de Perón como represivos, a pesar de que eso está ampliamente documentado".
Luego de esto relata la detención de un joven que trasladaba ejemplares de la revista por "sospechosos movimientos en el barrio". Y continúa: "me parece una metáfora cabal de cómo funcionaba e peronismo: represivo, a tal punto de que la policía podía detener a cualquiera por vagas sospechas sobre su presencia en determinado lugar y, al mismo tiempo, no demasiado efectivo en su represión. Del mismo modo, en un sentido más amplio, es claro que Perón admiraba los regímenes fascistas e intentó montar algo así como un corporativismo a lo Franco, pero nunca llegó a armarlo del todo: perduraron las instituciones formales de la democracia republicana burguesa: poderes del estado separados, pluralidad de partidos políticos. La república era, sin embargo, más formal que real: persiguió a la prensa opositora, no permitió el uso de la radio a la oposición, no permitió actos políticos públicos sino poco antes de las elecciones, persiguió y encarceló a los disidentes y a sus organizaciones políticas y a los opositores, cerró y expropió diarios".




"Contorno", pone en duda la potencialidad revolucionaria del peronismo (ver Nº 7-8 de julio de 1956) y agrega: "Entre fascismo y peronismo la comparación se ha hecho una vez y otra, y no es difícil hallar semejanzas exteriores entre dos movimientos que, en una era  de masas, condujeron a la instalación de dictaduras".
Como vemos, la visión de los escritores acerca del peronismo no ha variado desde la revista hasta las palabras que hoy intentan definir aquel proyecto cultural revolucionario.
Una disyuntiva funciona como difícil de comprender y es que, de acuerdo a los contornistas, los mismos militares  que derrocan a Perón en el 55 son los mismos que lo habían "llevado al poder" con la clase trabajadora.
La revista dirigida por los hermanos Viñas es, sin dudas, uno de los mejores materiales político-culturales que nos dejaron para tratar de entender nuestro pasado y cómo actuar en el futuro.

sábado, 10 de enero de 2015

Madurito y un polaco asentado en los bulevares serranos

                                                                                       Por Víctor Torres (vtvictor9@gmail.com)


Quedamos con Jorge que a las once nos encontraríamos en la estación a esperar al polaco. Después de un viaje de casi diez horas seguro querría tomar algo fresco y hacer una siesta. Tandil en invierno es una ciudad más de la Patagonia pero en verano es cercano al Sahara. Llegué antes de las once y me senté en un banco. Mantuve una botellita de agua fresca a mi alcance porque era fácil deshidratarte en los mediodías pesados de calor. Hacía dos años que el polaco no venía a vernos y, a decir verdad, los muchachos del club estábamos bastante ansiosos por reencontrarnos con el Viejo, como lo llamábamos. Que Jorge tardara no era extraño. En ese tiempo estaba trabajando en la redacción de un matutino que por esos meses saldría a las calles de la ciudad. La depresión de los últimos años hicieron de Jorge un personaje ameno, un poco extraviado de sí mismo, una “metafísica equivocada” diría el polaco cuando lo analizó con un texto de no sé qué filósofo europeo del siglo XIX. El tren siempre se retrasaba. Lo extraño sería que llegara a horario. Las locomotoras estaban bastante derruidas y los vagones -sobre todo por dentro- dejaban mucho que desear. “Viajamos con piedras de las canteras” ironizaba el polaco cada vez que descendía del furgón. “Un poco afiladas, pero bien” concluía con su inconfundible acento. Conocí el polaco en el Café “Rex” de Buenos Aires, pero sólo de vista. En ese momento estaba muy ocupado en la traducción de “Ferdydurke” con otra gente. Lo admiré desde el primer momento en que lo vi. Fue en el Bar “Ideal” de Tandil donde entablé una conversación con él después de una ginebra. Al viejo le gustaba beber una copita antes de escribir. Recuerdo que “Cosmos” le estaba rompiendo el marote porque no le cerraba la idea de una “boca rota por un accidente” o algo por el estilo. Lo cierto es que ya eran las once y veinte y el tren no llegaba. Caminé por el zaguán de la estación siempre con la botellita de agua en la mano. Cada tanto me tanteaba el bolsillo para recordarme los medicamentos que le le había conseguido de manera ilegal para el asma. Y llevaba conmigo, en mi mente, el otro encargo que me había hecho el polaco, quizá el más sustancial de los pedidos. Creo que fue media hora después cuando se asomó la trompa del tren que venía de la capital. Casi veinte vagones se acomodaban uno tras otro entre las vías que culminaban en la sombra que se proyectaba en el anden. Por allá, a unos metros, reconocí que la valija marrón y el saco anudado en la manija eran señales de que polaco pisaba nuevamente tierras tandilenses. Traía cara de traste y un sudor en la frente que se quitaba con un pañuelo blanco cada medio minuto. “Un calor de re cagarse” dijo patinando las erres. Nos abrazamos y enseguida me preguntó por Jorge. “No sé” le dije, “se debe haber complicado con el diario”. “Bah, tonterías hombre. ¡Pa' la bosta que escribe!” dijo sarcástico.
La gente se amontonaba en los pasillos de la estación como si fuera el único lugar de reencuentro de personas que hace tiempo no se ven. Esquivando gente para no arrojarlas a las vías emprendimos camino para el lado de la avenida Colón y agarrar un taxi que nos llevara a la casa del polaco, cerca del parque. “¿Y si pasamos por la redacción del diario?” me preguntó. “Me preocupa este muchacho cuya tendencia al suicidio considera contagiosa... La existencia es más problema que solución, ¿no sé si alguna vez te lo dije?”. Me reí con ganas. “El polaco está de vuelta” dije para mis adentros. La ciudad estaba tranquila, paciente. “Decir que está el aire de las sierras sino este pueblo sería un fiasco” dijo mientras seguía por la ventanilla un sulky con una familia a cuestas que se ganaba la vida juntando chatarras. “¿Tenés lo mío?”. “Sí, acá tenés”. Y saqué un blíster con algunas pastillas aprisionadas. “Lo otro”, dijo impaciente, “¿me conseguiste lo que te pedí por teléfono?”. Su mirada fue de reproche pero enseguida lo calmé cuando le aseguré que yo nunca le había fallado. “Es un hecho” le respondí en voz baja. “Madurito, como te gustan” concluí. Llegamos a la redacción y obligamos a Jorge a dejar el laburo para sumarse a la caravana. “Siempre igual polaco vos, eh” dijo el periodista mientras se daban la mano. Conversamos durante el viaje en taxi de la dictadura, el peronismo y The Beatles. “Ustedes son boludos” repetía el viejo ante cada acotación nuestra. “Argentino Boludo. Argentino Boludo”. Llegamos a la casa y enseguida tomamos un vino añejo que el polaco guardaba en la alacena desde la última vez que había estado por acá. “¿Qué hacés a la noche Jorgito?”. “Tengo que volver al diario Viejo, la semana que viene largamos con la primera tirada y estamos hasta las bolas. Va a ser un semanario nomás”. Jorge le contó el proyecto al polaco y éste lo escuchó con suma atención hasta que el primer bostezo anunciaba que el descanso era necesario. Dejamos al Viejo y yo volví por la noche con lo que me había solicitado. El calor seguía siendo insoportable y los mosquitos todavía merodeaban impacientes, como el polaco. Ya eran las diez de la noche. Entré por el costado y el polaco aguardaba en su cuarto. “Lo tengo afuera” le dije. “Bueno” me respondió otorgándome el permiso para hacerlo entrar. Tenía diecisiete años, de cabello rubio (como a él le gustaban), flaco y alto. Le hice un gesto con la cabeza y le puse la plata en el bolsillo del pantalón. Entró directo a la habitación y cuando cerró la puerta yo salí hasta la vereda y me prendí un pucho para esperar.