Por Víctor Torres
Si Arlt fuera contemporáneo escribiría historias como esta.
Negocios turbios, matones, putas, mafiosos con pasado represor,
drogas, etc. Todos tenemos un muerto en el placard, pero el Señor
Machi lo tiene en el baúl de su auto.
Una prosa fluída, un lenguaje mordaz, diálogos que se mezclan en
párrafos discretos; una novela negra que tiene los condimientos
necesarios para mantener en suspenso al lector por un rato, que es el
tiempo en que se devora un texto así.
Como un relato de Jim Thompson o con escenas dignas como las que
involucran a Pepe Carvalho, la novela de Kike Ferrari (1972) supera
los paradigmas que nos hablan de que “el policial debe ser
intelectual”. La erudición en “Que de lejos parecen moscas”
(2011) está en otro lado, en la persuación de hacia dónde va el
mundo si en este sistema capitalista y deshumanizante “el triunfo
es del delito” y no de la subversión y la guerrilla urbana
revolucionaria (los “delincuentes” de los setenta). “Ser vivo
es más importante que ser inteligente” afirma en un momento el
protagonista.
En este sentido, el mismo Rodolfo Walsh supo poner en discusión al
género a través de la investigación periodística que potenciara
el enigma y así quitarle el velo que los canónicos del género
sentenciaban.
“Hay
que reconocerlo: los hicimos mierda, los zurdos se quedaron sin
brújula. O mejor: les metimos la brújula en el culo. Nos los
cojimos de parado. Y ahora no saben qué hacer, ni contra quién”.
En la novela hay un presente definido cuyo paralelismo nos lleva
-aunque sea por un instante- a otro tiempo; pero este presente
acarrea un pasado negro, más negro que el género que la envuelve:
los grupos (para) policiales (antes, la Triple A) que persiguen a los
jóvenes pobres y los obligan a delinquir (como Luciano Arruga ahora,
como los militantes en los setenta antes) .
Si
al delito lo dominan los
de arriba,
los pobres solo obedecen y apretan el gatillo. Los sicarios y tranzas
son los nuevos esclavos de la mafia: negros, villeros, excluídos,
analfabetos, pobres. Si con ellos no se hace la revolución ¿con
quién entonces?
“Que
de lejos parecen moscas”1
puede ser leído como policial pero, como todo policial, lo
importante es descubrir la trama social e ideológica que se impone
por sobre el delito criminis
causa
en sí.
La
cuestión el héroe
El solo hecho de que el protagonista piense en quién de sus
conocidos le pudo haber puesto un cadáver en el baúl de su propio
auto, asesinado con su arma, con las manos atadas con sus propias
esposas, significa que hay alguien peor que él. Quiero decir: si el
señor Machi es el cretino de la historia ¿qué queda para el
responsable de semejante mensaje mafioso?
Luis Machi adopta un doble estándar: pasa de ser el victimario a
víctima, y gracias a esa conversión se transforma en su propio
detective: a medida que busca deshacerse del cuerpo a las afueras del
centro de la ciudad (la sangre del lado de la barbarie, cruzando la
General Paz) analiza quién lo ha traicionado. He aquí la gran
virtud del relato que construye Ferrari que viene de una tradición
arltiana, de Walsh y también de Borges porqué no (“La muerte y la
brújula”).
En el relato, la policía está totalmente subestimada. La presencia
oficial se expresa sólo para detener el paso del señor Machi en la
autopista quien, perturbado por la situación, piensa en coimear a
los agentes para continuar su camino. La escena demuestra que la
intervención policial se da por fuera de los sucesos, una
complicidad implícita pero coherente a los tiempos que corren: lejos
de la justicia.
No recuerdo ahora quién dijo una vez que en la novela negra no puede
existir un héroe sino, en todo caso, un antihéroe. Es un precepto
válido pero si, justamente, en una novela negra el héroe no es como
el señor Machi ¿a qué llamamos género negro? ¿Cuáles son hoy –
en el mundo actual- los posibles valores que dictaminan a un héroe?
Elogiada en el festival de Guijón por nada más y nada menos que
Paco Ignacio Taibo II, la novela de Kike Ferrari constituye la
popularización de un género que se creía perdido en nuestro país
y que encuentra un nuevo exponente en caminos que se venían
cerrando.
1Con
el tema de las “moscas” hay un simbolismo (en la novela se dan
algunas analogías que se proyectan, por ejemplo, en la televisión)
por demás interesante dentro de la literatura. La mosca
no es solo una forma de denominar al dinero, ya en la mitología
romana, Júpiter es considerado el “rey de las moscas” y éstas
lo acompañan en varios dramas. El zumbido en el oído, el rumor en
la conciencia que molesta, ahí están las moscas perjudicando
nuestra comodidad (las moscas se revuelven en la mierda).