miércoles, 13 de mayo de 2015

Homosexualidad en la ficción argentina (algunas escenas)





En “Literatura argentina y realidad política”, David Viñas considera que la literatura nacional comienza con una violación. De hecho, así parece. En “El matadero” Echeverría lleva hasta el extremo la “crueldad” con que actúan los federales en una de las primeras obras que narran la política del siglo XIX y, por lo tanto, el origen de la narrativa argentina.
Pero la violación -tanto en el cuento de Echeverría como en otros- contiene en su acción características de una bisexualidad, mejor dicho, la consumación carnal se da principalmente entre hombres que no sienten ningún pudor en asumir esa homosexualidad. Más bien, no se preguntan sobre sus conductas sexuales (que tampoco reprimen), no se hace una “teoría de crisis sexual” capaz de plantear los motivos de ese deseo.
En varios relatos, se presentan conductas pergeñadas con cierto sadismo. A Matasiete, por ejemplo, parece excitarle más el sufrimiento de su víctima que el deseo carnal en sí. Entonces, esa figura bestial y ruda que lidera un grupo de federales embravecidos, ¿Puede considerarse un “marica”?
En el cuento, la violación concretamente queda en suspenso, es decir, el hecho no se consuma ya que el relato concluye con el inglés acostado sobre la mesa de carneo y tratando de resistir a que lo desnuden por completo.
La hipótesis de Viñas puede ser atendida, justificada e, incluso, profundizada.
En el cuento de Echeverría, la violación implica también un hecho homosexual ya que un grupo de hombres se apresta en abusar carnalmente de un muchacho unitario. Este hecho parece ser una constante en la literatura argentina: ya no la violación sino la homosexualidad propiamente dicha.
En “El niño proletario” Osvaldo Lamborghini recupera ya un mito que es “El matadero” y con un lenguaje virulento pone en escena las diferencias sociales por medio de otra violación. De nuevo, los varones, niños en este caso, en una situación de extrema violencia, de un abuso sexual agravado, casi un acto de pornografía infantil para explicar el “dominio” de una clase sobre otra.
Por ese camino también incurren Luis Gusman con “El frasquito” y varios trabajos de Néstor Perlongher, donde la homosexualidad entre hombres procura ser una válvula de escape para mitigar las miserias en las que viven sus personajes.


En “El beso de la mujer araña”, Puig desarrolla una trama donde la homosexualidad es el motor de la narración. Sin embargo, a diferencia de los textos citados, los personajes Molina y Valentín llegan a una relación consentida, a tal punto que el contacto físico es la manifestación del propio deseo. Molina desea transformarse en mujer (como un entusiasmo perlongheano), Valentín se transforma abandonando la heterosexualidad.
El mismo Puig cuenta que durante la infancia la homosexualidad es recurrente en tanto y en cuanto es una etapa de definición sexual para el género humano.
¿Qué hace que se repitan tramas de índole sexual, asociada con la juventud en varios períodos de la literatura argentina? ¿La homosexualidad tan recurrente en la ficción es acaso una manifestación de la propia historia (sexual) del país?
En el capítulo tres de “El juguete rabioso”, una escena entre Astier y un muchacho que se prostituye retrata un poco la vida de los marginados de los años treinta. Como Molina, el compañero de cuarto de Astier desea ser una mujer (abusado por su maestro en la infancia), sufre el desprecio de los demás y busca en el protagonista de la novela, alguien que lo comprenda. En una historia de ladrones y buscavidas, Roberto Arlt no podía omitir que la prostitución -en este caso de un hombre- quede por fuera de ese “antro porteño” que es la ciudad en la que sucede todo su universo.
La prostitución y el travestismo también son dos constantes en la narrativa argentina. Como también ocurre en el cine nacional, la literatura ha trazado un paralelo entre lo sexual y lo social, e incluso lo político. Echeverría debía llevar su relato hasta las últimas consecuencias para demostrar la osadía con que actúan lo federales, así como Lamborghini argumenta las bestialidad de la burguesía contra lo plebeyo.
Habría que preguntarse hasta qué punto lo sexual no define el género de la narrativa nacional.


Texto extraído de "Notas en el margen. Apuntes de lecturas perdidas", Víctor Torres