La novela de Kohan bien
puede leerse como un ensayo. La teoría marxista de la revolución
aparece como el discurso de uno de los personajes, un joven militante
(posiblemente del ERP- PRT) que escribe una especie de diario en el
cual relata parte de un viaje a Córdoba y su estadía allí por
cuestiones políticas de la organización a la que pertenece.
Tesare, que así se
apellida, toma notas que rescata de los libros de Lenin y Trosky,
principalmente, sobre los hechos de octubre de 1917: la Revolución
Rusa. Los pasos que siguieron y debieron seguir los bolches
para lograr desarticular el zarismo hasta que los soviets
triunfan y que sirvieron de apuntes para las organizaciones guerrilleras de los setenta en nuestro país.
Kohan hace una lectura
profunda de los textos marxistas que inspiraron el triunfo del
proletariado y los aborda desde un joven que también quiere hacer la
revolución pero en Argentina y con otras estrategias que no quedan
muy claras. Las citas recurrentes sostienen gran parte del relato y es ahí donde la ficción se ve "condicionada" por el parafraseo constante que deja casi nula la presencia de los personajes. La cuestión del tiempo en todas sus facetas es uno de
los ejes más importantes de las citas que aparecen en el relato y
que suplantan la narración.
La violencia siempre está
presente en la narrativa de Kohan. De alguna u otra manera, los
personajes están atrevesados por situaciones donde el clima hostil
los convierte en otra cosa: huyen, persiguen, matan. Algo de ésta
idea queda impresa en Los Cautivos. El protagonista, Esteban
Echeverría -autor de “El matadero”- desanda el camino de
“civilización y barbarie”, una categoría muy utilizada por
Kohan y que comprende a partir de la lectura que se hace de la
historia argentina: “El país de la guerra”, como se titula su
último ensayo y donde más cómodo puede hallarse al autor.
En “Ciencias morales”
y “Dos veces junio”, también se presentan esquemas narrativos ya
característicos del autor. Al mismo tiempo, se podría hacer un
hilo conductor en toda la narrativa novelística de Kohan que puede
arrancar con el discurso unitario de “Los Cautivos” (donde
Echeverría es más que un narrador), pasar por “Dos veces junio”
(el soldado que cuenta la historia interviene de una manera
particular), luego “Ciencias morales” (dominación y sumisión)
hasta llegar a “Museo de la revolución”.
La trama se desarrolla
sin demasiadas turbaciones. Si bien está correctamente narrada (y
descripta, hay algo de Benjamin en cuanto a la observación de la
ciudad de México y que se puede corroborar en el flênur de “Zona
Urbana”) no sufre altisonantes que despiertan algún tipo de cambio
brusco u alteridad. El hilo del relato es fácil de seguir, con un
gran sentido de la polifonía y el discurso directo.
En algún punto, la
novela es predecible. La relación del narrador (Marcelo) con Norma
Rossi, una exiliada argentina que radica en México desde hace 20
años (el tiempo de la narración es el presente de 1995) y que
conserva el diario de Tesare. Papeles que queman, porque lo escrito
allí supone un “testamento” de algo que todavía no ha muerto.
¿Norma Rossi era
militante? ¿Conoció a Tesare? ¿Cómo consiguió el diario? Parecen
ser los interrogantes que desatarán el nudo final.