jueves, 18 de septiembre de 2014

Reconstruir la historia: Museo de la revolución de Martín Kohan




La novela de Kohan bien puede leerse como un ensayo. La teoría marxista de la revolución aparece como el discurso de uno de los personajes, un joven militante (posiblemente del ERP- PRT) que escribe una especie de diario en el cual relata parte de un viaje a Córdoba y su estadía allí por cuestiones políticas de la organización a la que pertenece.
Tesare, que así se apellida, toma notas que rescata de los libros de Lenin y Trosky, principalmente, sobre los hechos de octubre de 1917: la Revolución Rusa. Los pasos que siguieron y debieron seguir los bolches para lograr desarticular el zarismo hasta que los soviets triunfan y que sirvieron de apuntes para las organizaciones guerrilleras de los setenta en nuestro país.
Kohan hace una lectura profunda de los textos marxistas que inspiraron el triunfo del proletariado y los aborda desde un joven que también quiere hacer la revolución pero en Argentina y con otras estrategias que no quedan muy claras. Las citas recurrentes sostienen gran parte del relato y es ahí donde la ficción se ve "condicionada" por el parafraseo constante que deja casi nula la presencia de los personajes. La cuestión del tiempo en todas sus facetas es uno de los ejes más importantes de las citas que aparecen en el relato y que suplantan la narración.


La violencia siempre está presente en la narrativa de Kohan. De alguna u otra manera, los personajes están atrevesados por situaciones donde el clima hostil los convierte en otra cosa: huyen, persiguen, matan. Algo de ésta idea queda impresa en Los Cautivos. El protagonista, Esteban Echeverría -autor de “El matadero”- desanda el camino de “civilización y barbarie”, una categoría muy utilizada por Kohan y que comprende a partir de la lectura que se hace de la historia argentina: “El país de la guerra”, como se titula su último ensayo y donde más cómodo puede hallarse al autor.
En “Ciencias morales” y “Dos veces junio”, también se presentan esquemas narrativos ya característicos del autor. Al mismo tiempo, se podría hacer un hilo conductor en toda la narrativa novelística de Kohan que puede arrancar con el discurso unitario de “Los Cautivos” (donde Echeverría es más que un narrador), pasar por “Dos veces junio” (el soldado que cuenta la historia interviene de una manera particular), luego “Ciencias morales” (dominación y sumisión) hasta llegar a “Museo de la revolución”.
La trama se desarrolla sin demasiadas turbaciones. Si bien está correctamente narrada (y descripta, hay algo de Benjamin en cuanto a la observación de la ciudad de México y que se puede corroborar en el flênur de “Zona Urbana”) no sufre altisonantes que despiertan algún tipo de cambio brusco u alteridad. El hilo del relato es fácil de seguir, con un gran sentido de la polifonía y el discurso directo.
En algún punto, la novela es predecible. La relación del narrador (Marcelo) con Norma Rossi, una exiliada argentina que radica en México desde hace 20 años (el tiempo de la narración es el presente de 1995) y que conserva el diario de Tesare. Papeles que queman, porque lo escrito allí supone un “testamento” de algo que todavía no ha muerto.
¿Norma Rossi era militante? ¿Conoció a Tesare? ¿Cómo consiguió el diario? Parecen ser los interrogantes que desatarán el nudo final.

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