viernes, 18 de noviembre de 2011

Testigo de otro rato perdido

Se acercan con pasmosa paciencia. Se los ve caminar como si en realidad quisiera quedarse parado, o dejar el maletín (¿qué llevan ahí adentro? ¿Plata? ¿Drogas?) y que se los lleve Cristo. Y es allí cuando me gustaría gritarles “¡Despertád!, despertád”!, sin ánimo de ofender ya que siempre la religión es motivo de posibles enfrentamientos. Los testigos de jehová son como las víboras (sin que se enojen che...) porque salen con el sol y se arrastran en busca de alguna presa, algun vecino o vecina que se apreste a dejar el mate, el diario o la tele y les dé bola por, al menos, media hora que tienen para mostrar la luz y el camino. Rin-Rin. ¡Atalaya con la suerte que me ha tocado! -digo mientras me limpio las manos para atenderlos. Y ojo que yo les abro la ventana cada vez que me tocan el timbre. No desprecio a nadie. Me preocupa ver algun cristiano sufriendo al rayo del sol con zapatos que tienen más kilómetros que un fórmula uno, pantalón negro y camisa manga corta y de colores claros: ¡me gustaría saber quién los viste!. Acá tienen más suerte que en el desierto. Antes de que empiecen a hablarme de lo que ya sabemos les ofrezco un vaso de agua mietras observo con total prudencia la gota de sudor que corre por la mejilla de un niño santo y cae contra la corbata negro azabache que lo viste (o disfraza). Pero son tan gentiles que se niegan y me agradecen por generoso. Chispita, el perro, ladra desde el garage como si fueran los que vienen a vender rifas. Decir que

lunes, 7 de noviembre de 2011

La rabona

Braulio había advertido antes de salir de su casa que llegaría tarde. Su madre sufrió principio de amnesia y, refregando sobre la tabla, olvidó el sucedicho. La tarde tandilense se derrumbaba con firmeza, como en los inviernos chiapanecos. Preocupada, la progenitora alteró sus moléculas y temió por alguna inclemencia, de esas que el pueblo supo contener desde el 83. Las clases culminaban a las cinco, y ya eran cerca de las siete cuando Braulio corría por el campo (una hectárea desértica donde un suspiro se convierte en remolino) gambeteando con belleza. Dribliaba endiablado, parecía Garrincha o tal vez Caniggia. De pronto, tras un paso largo, el Braulio detuvo el balón de plástico con austeridad y midió el arco con justeza. Antes de ejecutar se vio incómodo por algo, lo cual otorgó al defensor interponerse ante el remate. Braulio, con una drástica habilidad, verseando la cintura y zarandeando tierra, acomodó su pie izquierdo por detrás del diestro que apoyaba firmemente, y lanzó un exótico y potente disparo que atravesó el poste de bejuco. ¡Eso es una rabona Braulio!-gritó un espectador casual. La madre oyó espantada y castigó al Braulioio por creer que había faltado a la escuela.

martes, 1 de noviembre de 2011

Desiguales Vos vas de yopin y yo de baratillo, vas a macdonals y te pides un tiquet de vida. Tienes personal trainer en una senda, yo con mis amigos en el potrero de tierra. Vos rezas, yo protesto, vos sos propietario, yo comparto, vos escuela privada, yo la calle. Vos le escapas a los trapitos, yo a la policía que te mata gratuitamente. Vos ropa de tres rayas, yo con tres parches, tú tienes vacaciones y yo sigo trabajando. Sientes estrés, yo cansancio, hacés dieta, yo olla popular. Pedís seguridad, yo más trabajo, te asusta un pibe en la calle, a mí tu miseria humana. Tu sueño es disney, el mío agua potable, vos la Tv, yo Arlt. Te encerrás en un cantry, a mí en el sistema, a vos te persiguen los empresarios, a mí el hambre que producen sus decisiones.