sábado, 25 de mayo de 2013

"La década ganada" y los perdedores de siempre

                                       "Si a la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia"

¿Triunfo de quién? ¿De los que otra década más se llenaron los bolsillos a costa de las y los trabajadores?
Más hondo no se podía caer después de una dictadura atroz, un menemismo (peronista) que vendió medio país, una Alianza totalmente perdida e inoperante, un duhaldismo (también peronista) de lo más retrógrado y derechoso (y otras barbaridades más). El Kirchnerismo llegó al poder con un mensaje conciliador en políticas públicas  y se apropio de banderas que los mismos Néstor y Cristina despotricaron en los 90 (como  la privatización de YPF y la venta de tierras en el sur), diciendo que ahora iban a luchar por cosas que antes ignoraron.
Apoyo la Ley de Medios y quiero que Clarín deje de monopolizar la información, que Papel Prensa sea del Estado, pero que tanto los medios como el papel sean de fácil acceso para todos los sectores cosa que aún no se ha dado.
Estoy a favor de la Ley de Matrimonio Igualitario (pese a la molestia que le provocó a  más de un sector del mismo gobierno), de que los pibes voten a los 16 (aunque mejor formados en un sistema educativo que hace agua por todos lados). Celebro que los genocidas estén presos y que sean condenados a cárcel común, del mismo modo en que lo deben ser los corruptos que manejaron (y manejan) el sistema tranviario que provocó la muerte de 51 personas.
Una herramienta importante ha sido la Asignación Universal por Hijo. Desde el ámbito educativo ha sido útil para bajar el índice de la deserción escolar (aunque sigue siendo alta en Secundario Superior), y nada más. Porque a pesar del 6% del PBI que se invierte en educación sigue habiendo un vacío en la formación docente, en la parte edilicia de las escuelas, en el material de trabajo, en los sueldos que demuestran que no es prioridad la educación para el gobierno.
Si en nuestro país sigue habiendo pobreza y miseria, si hay reclamos por tierra de los pueblos originarios (y encima represión), si hay explotación minera indiscriminada y contaminación, si hay apropiación de medios, si enlaza amistad con la burocracia sindical, si se ataca a los docentes, si se criminaliza la protesta con la Ley Antiterrorista, si el clientelismo domina a los sectores populares, si la inflación repercute fuertemente en las clases más bajas, si el trasporte público sigue siendo nefasto, si Jorge Julio López y Luciano Arruga no aparecen, si la corrupción gira siempre entorno a ellos, si continúa respondiendo a los que quieren los de arriba (empresas extranjeras, bancos extranjeros, Barrick Gold, entre otras), no es la "década ganada". Disculpenmé, pero estamos tan lejos del triunfo popular como antes desde este gobierno.
Yo le llamaría la década de la ganancia.  Un Estado que gobierna para la clase media y le hace cosquillas a la oligarquía no puede llamarse popular. Un gobierno que responde a lo que quieren "los de arriba" no gana más que en negocios de propiedades , millonarios sueldos, autos y countrys donde ellos viven.
 Quizá lo más triste es ver la ausencia de oposición para que este gobierno adquiera los votos que tiene, siendo que el único opositor que se vislumbra es Clarín, y le conviene, porque compite con "un par" en la hegemonía de la comunicación y en la economía que genera la información (FPT, propagandas, compra de medios). La empresa de Magnetto es la más amarillista junto con las que ha convertido el gobierno.
El kirchnerismo tuvo diez años de un discurso contradictorio, ambiguo, poco serio como el de otras décadas pasadas. Si bien nunca esperé otra cosa de los aliados de los Moyano (con los que ahora se odian)o compañeros de radicales (Lavagna en su momento, Cobos después) al menos hubieran tenido la cordura de concluir políticas en vivienda, tan necesarias en los barrios; de trabajo en blanco y obras sociales tan necesarias en Derechos Humanos.

Es evidente que sigue habiendo perdedores que, casualmente, son los mismos de siempre.

domingo, 12 de mayo de 2013

LA LITERATURA COMO TRANSFORMADORA SOCIAL

Al que le interese cambiar las cosas de este sistema capitalista que nos oprime cada vez más, tiene que leer. Leer, de por sí, es un acto creativo y de rebeldía. Pero a veces no alcanza con leer y es necesario escribir y contar, lo que significa combatir al sistema. Leer, escribir y contar pueden ser los grandes agentes para transformar lo que nos rodea.
El libro es un objeto revolucionario, un arma letal y poderosa que hoy, lamentablemente, está en manos del mercado que lo explota, que lo usa como medio de mercancía a precios desorbitantes o simplemente condenándolo a las góndolas de los supermercados, limitando su acceso a los lectores.
Es necesario liberar al libro, aunque parezca redundante. Desde que nació, el libro es un formato donde se plasman ideas, se propone otro mundo, se denuncia el que tenemos.
Tiene su origen religioso, luego aristocrático y monárquico y ahora empresarial. Hay que comenzar por combatir el precio, qitárselo al imperio editorial. Pero ¿Cómo?
Una de esas formas puede ser sustraerlos de alguna librería y llevarlos a una biblioteca popular, barrial o a la escuela (aunque aquí el Estado debería garantizar los buenos libros a los ciudadanos). Hay que rebelarse contra los que nos prohiben.
Otra manera sería vender libros a bajo costo y armar una cooperativa donde se sustituyan por otros, donde se hagan circular los libros que sean necesarios para la práctica revolucionaria, donde se truequen en una jornada de intercambio.
Libro en manos es otra cosa. Porque el conocimiento y la imaginación pueden generar la ruptura de un sistema que nos quiere pobres, ignorantes y esclavos. La dominación territorial y económica es feroz, pero la intelectual es mortal.
En el aula siempre repito que cuanto más sabemos es más difícil que nos dominen. Cuanto más conocemos el mundo, más capacidad de decisión tendremos. As í llegaremos a la ansiada liberación, la del libro y la nuestra.
El rol social del arte sigue siendo conmovedor. La cultura popular debe combatir a la cultura de masas, a la cultura de elite. Aunque nos resulten conceptos setentistas, hoy parecen estar más presentes que nunca y debe continuarse esa lucha que nos antecede: la contracultura, la puja por devolvernos lo que nos han quitado. Desde los códices aztecas hasta las voces quechuas, pasando por los panfletos anarquistas, los libros censurados y los sonidos de nuestra música pagana.