domingo, 12 de mayo de 2013

LA LITERATURA COMO TRANSFORMADORA SOCIAL

Al que le interese cambiar las cosas de este sistema capitalista que nos oprime cada vez más, tiene que leer. Leer, de por sí, es un acto creativo y de rebeldía. Pero a veces no alcanza con leer y es necesario escribir y contar, lo que significa combatir al sistema. Leer, escribir y contar pueden ser los grandes agentes para transformar lo que nos rodea.
El libro es un objeto revolucionario, un arma letal y poderosa que hoy, lamentablemente, está en manos del mercado que lo explota, que lo usa como medio de mercancía a precios desorbitantes o simplemente condenándolo a las góndolas de los supermercados, limitando su acceso a los lectores.
Es necesario liberar al libro, aunque parezca redundante. Desde que nació, el libro es un formato donde se plasman ideas, se propone otro mundo, se denuncia el que tenemos.
Tiene su origen religioso, luego aristocrático y monárquico y ahora empresarial. Hay que comenzar por combatir el precio, qitárselo al imperio editorial. Pero ¿Cómo?
Una de esas formas puede ser sustraerlos de alguna librería y llevarlos a una biblioteca popular, barrial o a la escuela (aunque aquí el Estado debería garantizar los buenos libros a los ciudadanos). Hay que rebelarse contra los que nos prohiben.
Otra manera sería vender libros a bajo costo y armar una cooperativa donde se sustituyan por otros, donde se hagan circular los libros que sean necesarios para la práctica revolucionaria, donde se truequen en una jornada de intercambio.
Libro en manos es otra cosa. Porque el conocimiento y la imaginación pueden generar la ruptura de un sistema que nos quiere pobres, ignorantes y esclavos. La dominación territorial y económica es feroz, pero la intelectual es mortal.
En el aula siempre repito que cuanto más sabemos es más difícil que nos dominen. Cuanto más conocemos el mundo, más capacidad de decisión tendremos. As í llegaremos a la ansiada liberación, la del libro y la nuestra.
El rol social del arte sigue siendo conmovedor. La cultura popular debe combatir a la cultura de masas, a la cultura de elite. Aunque nos resulten conceptos setentistas, hoy parecen estar más presentes que nunca y debe continuarse esa lucha que nos antecede: la contracultura, la puja por devolvernos lo que nos han quitado. Desde los códices aztecas hasta las voces quechuas, pasando por los panfletos anarquistas, los libros censurados y los sonidos de nuestra música pagana.

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