lunes, 30 de junio de 2014

Kafka: el poder del relato en las cosmovisiones

A la hora de seleccionar obras para trabajar en la materia de literatura en secundario, uno piensa en varios textos en relación a las cosmovisiones planteadas según el año. Es inevitable, entonces, no pensar en Kafka. Pero ¿en todas las cosmovisiones? Sí, en todas todas.
La obra del autor checo (que escribió en alemán) es capaz de superar las fronteras que el Diseño Curricular sugiere y puede autoimponerse desde varios ejes.
Si hablamos de su obra más reconocida, “La metamorfosis” (una mala traducción, según Borges, ya que correctamente se trata de “La transformación”) es posible ubicarla dentro de varios paradigmas: fantástico, trágico, absurdo, ruptura y experimentación, mítica, fabulosa, por lo menos. Es decir, la obra de Kafka transfiere un poderoso orden de situaciones variables capaces de ofrecer un amplio espectro de cómo puede ser leída y analizada.
La narrativa kafkiana trasciende por la perplejidad que genera en los lectores. Sus textos cobran fuerza gracias a lo inaudito, lo inexplicable, lo miserable, lo sublime, lo “inverosímil posible” como me gusta denominar ese aspecto de la ficción. Kakfa ha logrado la construcción ficticia para entender la humanidad, la psiquis y las sociedades de su tiempo y el nuestro.
El escritor nacido en Praga en 1883, es un científico de la narración. Experimenta con sus personajes la condición del hombre: su soledad, su pobreza (material y emotiva). Bucea en las profundidades de la conciencia colectiva y lleva hasta el extremo la conducta del sujeto-objeto de estudio y creación.
Gregorio Samsa sufre el repentino sortilegio que el destino le concibe. Es un “otro” que involuciona (en el sentido darwiniano) y se somete a lo que la sociedad de su tiempo no se atreve a explorar. Si Poe crea las condiciones para el cuento moderno, “La metamorfosis” viene a trasgredir las leyes de todos los subgéneros conocidos para la época. Samsa recrea los miedos de la literatura clásica griega, los fantasmas shakespereanos y el “extrañamiento” que espera la prosa del siglo XX que desentrañan los formalistas.



Dice Mario Lacelotti: ” Pero frente a una evolución que no reconocía fronteras el cuento sabría hallar una fórmula de compromiso en el terreno neutral de la alegoría. Es el punto donde lo ha dejado su último reformador: Franz Kafka. De qué nuevos recursos formales se valdrá la narrativa del futuro es algo difícil de predecir, pero es posible de conjeturar el mantenimiento, por algún tiempo, de aquella modalidad críptica…” (en “De Poe a Kafka, para una teoría del cuento” Eudeba, Bs. As, 1965, pág. 47).
El abrupto y lo terrible se observan también en “El proceso” y los cuentos breves “Ante la ley” y “Un artista del hambre”. Allí confluyen el absurdo, la culpa y la desesperación del ser. Kafka es el primer narrador existencialista, tal como se entiende esa corriente filosófica de principio del siglo XX, de Heidegger a Camus, en esa línea.
Y pensar que le pidió a su amigo y editor Max Brod que quemara el manuscrito de “La metamorfosis” porque “traería problemas”. Cuando Franz murió, el editor publicó -afortunadamente- el texto que convirtió al genial autor checo en uno de  los más innovadores escritores de la narrativa occidental.

Víctor Torres


jueves, 26 de junio de 2014

Algunas muertes no son en vano



                                              
                                                                                                                                            "Hoy  necesito un canto piquetero que
                                                                                                                                                             me devuelva la voz silenciada, 
                                                                                                                                                    que me abra por la noche algún
                                                                                                                             sendero pa' que vuelva mi vida enamorada.”
                                                                                                                                                                            Jorge Fandermole



En el combate de San Lorenzo, año 1813, la vida del general San Martín
 corrió peligro al trastabillar su caballo overo (el blanco elegante sólo lo usaba en los desfiles). Por un segundo, la batalla parecía acabarse.
Un soldado enemigo reconoció al “Libertador” y arremetió contra él que
 había quedado inmóvil debajo del animal. Mientras extraía su espada
 para culminar 
con el asunto y vanagloriarse, apareció repentinamente un hombre que se abalanzó contra el victimario y liberó a su mayor. El enemigo empujó sin
 clemencia el sable sobre el torso del “soldado heroico”.
  • ¡Honor, Honor al gran Cabral!



Casi dos siglos después, la historia vuelve a repetirse. Esta vez, la 
estación Avellaneda como escenario en una batalla creada por mala 
gente y alimentada por la prensa.
Habiendo sorteado el centro de la represión, un joven de barba – no
 solo desarmado, sino desocupado- decidió regresar al lugar de “combate” 
porque un compañero – al que, por cierto, no conocía- yacía herido. Llegó hasta él, intentó reavivarlo hasta que un grupo de policías se hizo presente y ordenó al muchacho a retirarse. Ante la advertencia, el joven resistió por el deseo de 
ayudar al otro joven, asistirlo, pero dio cuenta que su vida también corría 
peligro.
Cuando al fin logró hacer camino para salvarse, recibió cobardemente un tiro 
por la espalda.

La historia se inventa próceres y mártires. Algunos lo son, claro. El tiempo se encarga de, cada tanto, traerlos a la memoria. Lo cierto es que algunos
 héroes tienen himnos y otros aguardan a tener justicia.
Las víctimas entendieron el valor de la vida. Uno salvó la vida de su mayor, el 
otro no pudo llevarse ese premio aunque sí la certeza de que el tiempo 
transcurre y es necesario de continuar la lucha para salvar otras vidas.


miércoles, 4 de junio de 2014

Telenovela argentina y falta de creación

Una mujer pobre. Un hombre rico. Ella se topa en la vida de él de manera casual; lo ve como una utopía. El tiene su familia, comienza a sentir cierta atracción inesperada por la mujer pobre (que es dulce y muy generosa con los niños), se divorcia y se casa con ella. Son felices y comen perdices.

Cuatro renglones parecen bastar para crear una telenovela o, al menos, realizar una sinopsis de la misma.
Sin grandes rupturas, la ficción en la televisión argentina ha generado un espacio fundamental en la pantalla chica. Al parecer, la inmensa cantidad de Realitys Show, no ha logrado frenar el goce de una historia de amor que se apodera del quehacer diario de mujeres, niños y hombres (en ese orden) al menos en una hora al día.
"Es que uno llega cansado a su casa, luego del trabajo, prende la tele para entretenerse y se pone a mirar una novela..." me cuenta un amigo que sigue cada acontecer televisivo como si fuera su propia vida.
Pero ¿cuál es el objetivo de una telenovela? ¿Qué se propone? ¿Busca reflejar la realidad de una sociedad o de alguna clase social en particular?
¿Los guionistas leen? Y si leen ¿Qué y a quiénes?
Lejos han quedado las obras como las de Alberto Migré, creador del mayor éxito durante los `70, "Rolando Rivas, taxista". Una historia relacionada con la coyuntura de la época y supo expresar como pocas los pesares y sensaciones de lo que representaban.


Desde los años 80 para acá, la industria de la telenovela ha crecido enormemente. Al ritmo de la pantalla chica. Los niveles de calidad varían, aunque últimamente, predominan las ficciones cuya trama parece tener cuatro puntos claves con los cuales desarrollar una historia: a) hombre (o mujer) rico, b) hombre o mujer (pobre),c) un encuentro casual (y fatal), d) amor eterno luego de los obstáculos (engaños, muertes).
En el medio podemos agregar: hijo/a no reconocido, padre/madre desconocida, amor no correspondido, mentira, rencor.
Abundan historias con tramas que rodean esta serie de puntos lo cual significa la poca creatividad y originalidad a la hora de producir un programa televisivo y escribir el guión. Creo que les hace falta más lectura de narrativa, no solo nacional sino también de autores europeos y, por qué no, orientales.
Se repiten en las telenovelas la vida burguesa. El empresario que tiene poder económico (y político). No tiene una casa sino una mansión con varios ambientes (el dinero nunca es su preocupación sino el poder). Se enamora de su empleada, proletaria, de "clase popular" que se observa en su lenguaje y manera de vestirse. El entono del empresario le advierte que ella no es de su clase; mientras que para la muchacha parece algo inalcanzable.
Este formato, insisto, lo venimos observando desde hace varias décadas en la televisión. De "Muñeca brava" para acá, la originalidad es algo que escasea en la televisión de nuestro país.
En la actualidad, Telefé es uno de los canales que más productos de ficción contiene en su pantalla. Desde las telenovelas brasileñas hasta, por ejemplo, "Somos familia" y "Camino al amor" (ambas de Quique Estevanez, un productor que parece ser el único que le da trabajo a su familia y que viene repitiendo actores e historias desde hace más de diez años).
No hay que olvidar a "Casados con hijos" que si bien es un formato distinto (mucho humor chabacano y sumamente misógino) pertenece a un guión comprado en el extranjero y que el canal de las pelotitas viene repitiendo desde hace casi una década.
A dichas telenovelas, de horario nocturno, le precedieron "Vecinos en guerra", un fiasco de Sebastián Ortega que, luego del éxito obtenido por la entretenida "Graduados" creyó que otro producto suyo debía estar de inmediato en la agenda televisiva. También de Estevanez perteneció "Dulce amor" y, si miramos para atrás, podemos nombrar "Se dice amor", "La ley del amor" y "Herencia de amor" por nombrar solo algunas. ¿Hay alguna duda de que se trata de novelas de amor? ¿Para cuándo una de odio, Quique?
Parece ser que la receta de Estevanez no sólo se venció sino que ya no se leen bien las letras.
Pero entre tanta miseria podemos rescatar varias novelas que fueron exitosas: "Montecristo", "Vidas Robadas" y "El elegido", todas de Telefé. La gran virtud de estas producciones se debe a la "denuncia" que desde la ficción se elabora en base a historias relacionadas con la desaparición de personas (identidad y memoria), la trata y la corrupción dentro de la justicia. Fue todo un desafío, explica uno de los productores, realizar un formato semejante y con una problemática real.
Respecto de, por ejemplo, Canal 9, vale decir que predominan las telenovelas extranjeras: México, Colombia y Venezuela cubren toda la franja de la siesta con una calidad de mediocre para abajo.
Canal 13 porta sus típicas novelas nocturnas cuya producción pertenecen, por lo general, a Adrián Suar y Pablo Codevilla. Nicolás Cabré, Soledad Silveyra, Facundo Arana, Osvaldo Laport, Natalia Oreiro, Griselda Siciliani, son algunos de los actores y actrices que suelen acompañar estas telenovelas que rozan lo romántico y lo dramático al mismo tiempo. "Gasoleros", "Campeones", "R. R. D. T.", "Son amores", Los únicos", "El puntero" y "Farsantes" son algunas producciones donde se pueden hallar ciertas coincidencias en elementos relacionados al deporte, la comedia, lo vulgar y que no aportan ningún valor social. Las últimas dos nombradas en este párrafo se atrevieron a contar algo más en torno a la cuestión social y cultural: el clientelismo político y la homosexualidad.
Últimamente se pudieron ver algunas interesantes producciones de unitarios en la TV Pública: "En terapia" con el gran actor Diego Peretti; una ficción histórica llamada "Las huellas del secretario" con un fuerte contenido ideológico y "Germán, últimas viñetas" que recorre una parte de la vida literaria del historietista Héctor Germán Oesterheld -autor de "El eternauta"- desaparecido en 1977. Sin embargo, un par de telenovelas protagonizadas por Andrea Del Boca no han generado expectativas y, como se sabe, se la pasa llorando en cada escena.
Como vemos, la estructura de los guiones se repite sin romper ningún sistema, sin generar enigmas, sin crear motivos capaces de obligarnos a mentenernos atentos a la pantalla esperando el milagro creativo. La publicidad en medio de la escenas sigue siendo una deuda para extraer ya que si bien la Ley de Medios no la permite, se debería regular  la "venta" de productos. Cada vez que un actor lanza un "chivo" resulta muy chocante para el espectador.
La ficción televisiva sigue siendo muy importante pese a la calidad que prima en los programas de los horarios pico. Crear historias originales para la TV significa brindarle la oportunidad a los televidentes de no decir siempre "la televisión no sirve para nada".