jueves, 26 de junio de 2014

Algunas muertes no son en vano



                                              
                                                                                                                                            "Hoy  necesito un canto piquetero que
                                                                                                                                                             me devuelva la voz silenciada, 
                                                                                                                                                    que me abra por la noche algún
                                                                                                                             sendero pa' que vuelva mi vida enamorada.”
                                                                                                                                                                            Jorge Fandermole



En el combate de San Lorenzo, año 1813, la vida del general San Martín
 corrió peligro al trastabillar su caballo overo (el blanco elegante sólo lo usaba en los desfiles). Por un segundo, la batalla parecía acabarse.
Un soldado enemigo reconoció al “Libertador” y arremetió contra él que
 había quedado inmóvil debajo del animal. Mientras extraía su espada
 para culminar 
con el asunto y vanagloriarse, apareció repentinamente un hombre que se abalanzó contra el victimario y liberó a su mayor. El enemigo empujó sin
 clemencia el sable sobre el torso del “soldado heroico”.
  • ¡Honor, Honor al gran Cabral!



Casi dos siglos después, la historia vuelve a repetirse. Esta vez, la 
estación Avellaneda como escenario en una batalla creada por mala 
gente y alimentada por la prensa.
Habiendo sorteado el centro de la represión, un joven de barba – no
 solo desarmado, sino desocupado- decidió regresar al lugar de “combate” 
porque un compañero – al que, por cierto, no conocía- yacía herido. Llegó hasta él, intentó reavivarlo hasta que un grupo de policías se hizo presente y ordenó al muchacho a retirarse. Ante la advertencia, el joven resistió por el deseo de 
ayudar al otro joven, asistirlo, pero dio cuenta que su vida también corría 
peligro.
Cuando al fin logró hacer camino para salvarse, recibió cobardemente un tiro 
por la espalda.

La historia se inventa próceres y mártires. Algunos lo son, claro. El tiempo se encarga de, cada tanto, traerlos a la memoria. Lo cierto es que algunos
 héroes tienen himnos y otros aguardan a tener justicia.
Las víctimas entendieron el valor de la vida. Uno salvó la vida de su mayor, el 
otro no pudo llevarse ese premio aunque sí la certeza de que el tiempo 
transcurre y es necesario de continuar la lucha para salvar otras vidas.


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