A la hora de seleccionar obras para trabajar en la materia de
literatura en secundario, uno piensa en varios textos en relación a las
cosmovisiones planteadas según el año. Es inevitable, entonces, no
pensar en Kafka. Pero ¿en todas las cosmovisiones? Sí, en todas todas.
La obra del autor checo (que escribió en alemán) es capaz de superar las fronteras que el Diseño Curricular sugiere y puede autoimponerse desde varios ejes.
Si hablamos de su obra más reconocida, “La metamorfosis” (una mala traducción, según Borges, ya que correctamente se trata de “La transformación”) es posible ubicarla dentro de varios paradigmas: fantástico, trágico, absurdo, ruptura y experimentación, mítica, fabulosa, por lo menos. Es decir, la obra de Kafka transfiere un poderoso orden de situaciones variables capaces de ofrecer un amplio espectro de cómo puede ser leída y analizada.
La narrativa kafkiana trasciende por la perplejidad que genera en los lectores. Sus textos cobran fuerza gracias a lo inaudito, lo inexplicable, lo miserable, lo sublime, lo “inverosímil posible” como me gusta denominar ese aspecto de la ficción. Kakfa ha logrado la construcción ficticia para entender la humanidad, la psiquis y las sociedades de su tiempo y el nuestro.
El escritor nacido en Praga en 1883, es un científico de la narración. Experimenta con sus personajes la condición del hombre: su soledad, su pobreza (material y emotiva). Bucea en las profundidades de la conciencia colectiva y lleva hasta el extremo la conducta del sujeto-objeto de estudio y creación.
Gregorio Samsa sufre el repentino sortilegio que el destino le concibe. Es un “otro” que involuciona (en el sentido darwiniano) y se somete a lo que la sociedad de su tiempo no se atreve a explorar. Si Poe crea las condiciones para el cuento moderno, “La metamorfosis” viene a trasgredir las leyes de todos los subgéneros conocidos para la época. Samsa recrea los miedos de la literatura clásica griega, los fantasmas shakespereanos y el “extrañamiento” que espera la prosa del siglo XX que desentrañan los formalistas.
Dice Mario Lacelotti: ” Pero frente a una evolución que no reconocía fronteras el cuento sabría hallar una fórmula de compromiso en el terreno neutral de la alegoría. Es el punto donde lo ha dejado su último reformador: Franz Kafka. De qué nuevos recursos formales se valdrá la narrativa del futuro es algo difícil de predecir, pero es posible de conjeturar el mantenimiento, por algún tiempo, de aquella modalidad críptica…” (en “De Poe a Kafka, para una teoría del cuento” Eudeba, Bs. As, 1965, pág. 47).
El abrupto y lo terrible se observan también en “El proceso” y los cuentos breves “Ante la ley” y “Un artista del hambre”. Allí confluyen el absurdo, la culpa y la desesperación del ser. Kafka es el primer narrador existencialista, tal como se entiende esa corriente filosófica de principio del siglo XX, de Heidegger a Camus, en esa línea.
Y pensar que le pidió a su amigo y editor Max Brod que quemara el manuscrito de “La metamorfosis” porque “traería problemas”. Cuando Franz murió, el editor publicó -afortunadamente- el texto que convirtió al genial autor checo en uno de los más innovadores escritores de la narrativa occidental.
Víctor Torres
La obra del autor checo (que escribió en alemán) es capaz de superar las fronteras que el Diseño Curricular sugiere y puede autoimponerse desde varios ejes.
Si hablamos de su obra más reconocida, “La metamorfosis” (una mala traducción, según Borges, ya que correctamente se trata de “La transformación”) es posible ubicarla dentro de varios paradigmas: fantástico, trágico, absurdo, ruptura y experimentación, mítica, fabulosa, por lo menos. Es decir, la obra de Kafka transfiere un poderoso orden de situaciones variables capaces de ofrecer un amplio espectro de cómo puede ser leída y analizada.
La narrativa kafkiana trasciende por la perplejidad que genera en los lectores. Sus textos cobran fuerza gracias a lo inaudito, lo inexplicable, lo miserable, lo sublime, lo “inverosímil posible” como me gusta denominar ese aspecto de la ficción. Kakfa ha logrado la construcción ficticia para entender la humanidad, la psiquis y las sociedades de su tiempo y el nuestro.
El escritor nacido en Praga en 1883, es un científico de la narración. Experimenta con sus personajes la condición del hombre: su soledad, su pobreza (material y emotiva). Bucea en las profundidades de la conciencia colectiva y lleva hasta el extremo la conducta del sujeto-objeto de estudio y creación.
Gregorio Samsa sufre el repentino sortilegio que el destino le concibe. Es un “otro” que involuciona (en el sentido darwiniano) y se somete a lo que la sociedad de su tiempo no se atreve a explorar. Si Poe crea las condiciones para el cuento moderno, “La metamorfosis” viene a trasgredir las leyes de todos los subgéneros conocidos para la época. Samsa recrea los miedos de la literatura clásica griega, los fantasmas shakespereanos y el “extrañamiento” que espera la prosa del siglo XX que desentrañan los formalistas.
Dice Mario Lacelotti: ” Pero frente a una evolución que no reconocía fronteras el cuento sabría hallar una fórmula de compromiso en el terreno neutral de la alegoría. Es el punto donde lo ha dejado su último reformador: Franz Kafka. De qué nuevos recursos formales se valdrá la narrativa del futuro es algo difícil de predecir, pero es posible de conjeturar el mantenimiento, por algún tiempo, de aquella modalidad críptica…” (en “De Poe a Kafka, para una teoría del cuento” Eudeba, Bs. As, 1965, pág. 47).
El abrupto y lo terrible se observan también en “El proceso” y los cuentos breves “Ante la ley” y “Un artista del hambre”. Allí confluyen el absurdo, la culpa y la desesperación del ser. Kafka es el primer narrador existencialista, tal como se entiende esa corriente filosófica de principio del siglo XX, de Heidegger a Camus, en esa línea.
Y pensar que le pidió a su amigo y editor Max Brod que quemara el manuscrito de “La metamorfosis” porque “traería problemas”. Cuando Franz murió, el editor publicó -afortunadamente- el texto que convirtió al genial autor checo en uno de los más innovadores escritores de la narrativa occidental.
Víctor Torres
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