jueves, 27 de febrero de 2014

"La izquierda abstracta" vs La construcción desde abajo

Hace desde unos días ya que vengo escuchando el término "Izquierda Abstracta" que militantes kirchneristas utilizan para denominar a un sector político ideológico asociado con ideas marxistas.
Le es muy difícil a este gobierno nacional aceptar críticas, y menos por izquierda (la derecha es vergonzosa y cipaya) que suelen ser constructivas sin intención de pecar en la absoluta ignorancia.
Lo cierto es que el término no es nuevo. Los kirchneristas se jactan de que en el año 2009 Norberto Galasso, pensador oficialista de la llamada "izquierda nacional" (cuyo significado le cuaja al "peronismo progresista"), dijo que "la izquierda abstracta termina sirviendo a la derecha". A partir de aquí es que quiero aclarar a qué se refiere con esta corriente ideológica y a quiénes atañen hoy, si es que existe como tal la presentan.
Como aclaré anteriormente, esta nominación tienen varias décadas de discusión. Fernández Arregui, un pensador con gran formación marxista y de la "izquierda nacional", se encargó de examinar la idea con énfasis y definiciones importantes.
En primer lugar, vale aclarar que Arregui se refiere, con "izquierda abstracta", a las líneas de los llamados partidos tradicionales de la izquierda, léase Partido Comunista y Socialista, a los que tilda de "antinacionales". Comparto esta mirada ya que, en nuestro país, dichos partidos intentaron implementar el dogma del socialismo a la realidad argentina, desconocida por ellos y que quedó abrumada por la fundación del peronismo. Tanto el Partido Comunista y el Partido Socialista quedaron aislados y siempre representaron a la burguesía nacional que, a la hora de pelear por los intereses del pueblo, se replegaban en los manueales de Marx y Engels sin poder salir nunca a la disputa en el campo político y social.
Este es un error que se repitió en varios países del mundo. El gran error fue haber creído en esos partidos, creer que la revolución se hace con una receta ya impresa y nada más. Pese a los intentos de verdaderas trasformaciones a principios del siglo XX por parte de Juan B. Justo y Alicia Moreau hasta Alfredo Palacios, desde lo orgánico no hubo un real acompañamiento a los procesos de luchas sobre todo a partir del golpe del 30.
Se dice que el PC apoyó prácticamente todos los golpes militares. Y ésto va en sintonía con lo que el boliviano Monge hizo cuando que le negó el apoyo al Che Guevara en Bolivia o las diferencias entre el MIR y Allende que culminaron en la dictadura de Pinochet.
Los partidos de izquierda tradicionales siempre estuvieron más cerca de Stalin que de Lenin. La idea de la "izquierda europeizada", que también sostiene Arregui, funcionó durante muchos años en nuestro país a causa de una ceguera por no querer mirar qué pasaba en la calle. Esos partidos son también los que rechazaban la lucha armada, y los militantes que pensaban en la revolución se fueron de inmediato a poner el cuerpo con Masetti en el 64 o con el ERP a fines de los 60, principios de los 70.
Acá ya hay una gran diferencia. Tanto el ERP como Montoneros hablaban de una patria socialista (Arregui también lo hacía, y murió de cara a tal frustración), ninguno miraba a Europa (de hecho se formaron en Cuba y en Nicaragua), pero los Montoneros tuvieron la equivocadísima visión de que Perón apostaría por el "socialismo nacional" cuando estaba rodeado por la burocracia sindical de Rucci y la derecha más recalcitrante de López Rega, creador de la Triple A. Perón no podía desconocer estas circunstacias y tratarlos de "imberbes" fue la gran prueba de que al General no le interesaba ningún cambio profundo. De hecho, el verso "Combatiendo al capital" de la marcha jamás se tomó en serio.
Hay una frase muy interesante de Fernández Arregui que intenta clarificar cuál debiera ser el rol de la izquierda: " El marxismo no puede constituirse en dogma, sino que tiene que renovarse constantemente, adaptarse a las circunstancias históricas y ajustarse a la realidad en la cual se desarrolla. Nuestro país debe mirarse en el espejo latinoamericano, no en el europeo que siempre le entregará una imagen distorsionada. La construcción debe darse desde el pueblo...". Coincido. De hecho, la NO izquierda abstracta (bien lejos del PC de Echegaray y del PS de Binner, y por tanto lejos del kirchnerismo que se cree que es la izquierda ) lleva en su bandera la frase de Mariátegui para construir el socialismo del Siglo XXI: "Ni calco ni copia, sino creación heroica" que reafirma lo de Arregui y que, por tanto, se distancia de la izquierda tradicional. Los movimientos sociales con una fuerte impronta latinoamericanista y anticolonialista se encuentran bien a la izquierda del kirchnerismo y es un alivio, porque es posible creer en una construcción autónoma, horizontal y verdaderamente popular.
Por otra parte, Arregui asegura que " los comunistas en su interpretación histórica son mitristas ( Jauretche hablará de los mitro-marxistas)" y nada tiene que ver con la interpretación de la realidad que hace la izquierda actual, marxista, martiana, indigenista, del Fidel y Chávez. Aquella concepción de la "izquierda abstracta" puede ser vista hoy con claridad en el viejo Partido Intransigente, en Nuevo Encuentro (que de izquierda nunca tuvo nada), en la Federación Juvenil Comunista, y en las tradiciones de izquierda que adhieren al kirchnerismo, que es lo mismo que decir "un progresismo abstracto" que se autoengaña, y que encaja en lo que afirma Fernández Arregui: "Actúan como intelectuales coloniales, y construyen una imagen ficticia del país, negando a éste como tal (...) No fundamenta su construcción en el colectivo". Sino escuchen a Depetris diciéndo que "quien la presidenta elija" será candidato a gobernar en 2015, lo que habla de una ineptitud democrática eleccionaria.
Fernández Arregui tiene razón cuando los partidos tradicionales se dicen marxistas y no saben utilizar ese método para "interpretar la realidad". Esto mismo, traspolado al plano actual, el kirhcnerismo se jacta de cierto progresismo y firma tratados con empresas extranjeras, con multinacionales colonialistas, prioriza el salario de las FFAA antes que el de los docentes, privatiza los trenes, y después llama "cipayos" y "vendepatrias" a otros. El librealismo que critica Arregui es ahora el neodesarrollismo del gobierno nacional, tiene las mismas características.
Esto último es lo que la verdadera izquierda denuncia, en contra de los intereses de los de arriba, del imperialismo. Estoy seguro de que si resucitara, Arregui se replantearía muchísimas cosas de lo que en su período se vislumbró como una cosa y caen otra, de Cook a Isabelita. Viejos militantes de la "izquierda abstracta" que criticaban ahora están del lado de los de arriba, del enemigo.
Desde abajo se va construyendo otra sociedad. Está en los barrios populares, en las universidades, en las escuelas, en las calles, en las vías, en los puentes. Es la esperanza que sigue intacta para construir una sociedad mejor, el cambio social con poder popular. 

lunes, 24 de febrero de 2014

El rol del escritor en la sociedad


Exposición y debate acerca del papel del escritor en la sociedad actual.
Nicolás Arizcuren y Víctor Torres compartieron ideas, a mediados de enero de este año, para la jornada literaria organizada por ADET (Asociación de Escritores de Tandil) en la Casa de la Cultura.
A continuación, el video de la charla.

http://www.youtube.com/watch?v=zmw9m1kqrio

martes, 18 de febrero de 2014

Tirar a Casas por la ventana




Hay mucho pastiche en los ensayos de Fabián Casas. Tanto en “Bonsai” como en “La supremacía Tolstoi”, el escritor/filósofo evoca temas que le interesan y sin reparar en si se relacionan o no, los une en una serie de notas, reseñas y artículos en dos libros que parecen ser continuos. ¿Para cuándo el último de la trilogía Fabián?
Debo aclarar que no me parece nada malo esa extraña mezcla donde conviven San Lorenzo, Los Beatles y Faulkner. Parece ser un procedimiento de la literatura argentina actual, fruto de algún pasado o síntoma de otra cosa.
“La supremacía Tolstoi” (2013) me gustó más que “Bonsai”. En éste último -que publicó primero, en 2007- se desata una crítica pocas veces amable y otras tantas prudentes según el tema.
Me resulta incómodo un breve artículo -el más breve del libro- llamado “El Diablo” de la página 88 en el cual despotrica contra Hugo Chávez. Lo llama bajo el epíteto “actor cómico que gobierna Venezuela” y hace referencia al discurso que el ex presidente de la República Bolivariana manifestó en una de las asambleas de Naciones Unidas donde tilda de “diablo” a Bush.
¡Persígnese Casas! ¡Hágalo tranquilo, hombre! Déjeme a mí blasfemar un poco: Mismísimo demonio, Mefistófeles, Malo, Rey de los infiernos y cuánto más crea necesario utilizar estos apodos singulares para denominar al verdadero tirano del siglo XXI.
No se asuste Casas, tengo guardados otros insultos que tal vez le ocasionen algún espanto, cuando quiera se los digo. Bush es lo que dijo Chávez, y más también.
Pero, al margen de la simpatía que le genere o no Chávez a Casas (que por supuesto le puede no agradar), lo que más me hace ruido en el texto es la idea de equilibrar a ambos ex mandatarios: “... no eran enemigos. Estaban trabajando de enemigos” es la frase última que suelta el escritor/filósofo (¿por leer la obra completa de Nietzsche uno ya se puede considerar filósofo?) como si hubiese existido una complicidad entre un revolucionario y un “bandolero” alcoholizado.
Posiblemente no exista presidente más locuaz que Chávez Frías en la historia de nuestro continente, alguien que nunca hizo una guerra y que luchó por su patria, que construyó una nueva forma de hacer política.
Los discursos de Chávez han tenido un dejo de demagogia. Es algo reprochable y lo digo admirando la obra del venezolano y su pueblo. A diferencia de Casas, observo en el discurso de Chávez “la voz del pueblo”, en esas palabras están también las víctimas del imperialismo yanqui, los muertos de Irak y hasta los mismos que habitaban las Torres Gemelas en el día del atentado.
Bush ha sido -y es- la mierda de este mundo hecha persona, Casas, y usted dice que hay una especie de juego para ver quién se odia más. Le pifia, señor, la tiró a la tribuna, usando sus jergas recurrentes en sus simpáticos ensayos.

miércoles, 5 de febrero de 2014

La incipiente condición de decir: literatura rosista y antirosista




En este breve artículo pretendo trabajar con un par de los autores argentinos más controvertidos del siglo XIX, cuyas obras, sin duda, han trascendido y son una cita permanente en cada discusión política de nuestra historia.

El matadero” de Esteban Echeverría es uno de los textos fundamentales del siglo XIX que expresaron vivamente los conceptos de la época desde una mirada crítica y fundamentando los quehaceres del poder. En la narración de Echeverría fluyen los sentimientos de hostilidad entre las dos referencias políticas de la época: unitarismo y federalismo. El autor de “La cautiva” lleva al extremo la antinomia y los enfrenta hasta en un “acto de homosexualidad” como resulta la violación de un partidario unitario por parte de un grupo de federales.

Apenas, articuló esto el juez, cuatro sayones, salpicados de sangre, suspendieron al joven y lo tendieron largo sobre la mesa comprimiéndole todos sus miembros.
  • Primero degollarme que desnudarme, infame canalla...
Los federales habían dado fin a una de sus innumerables proezas. En aquel tiempo los carniceros degolladores del matadero eran los apóstoles que propagaban a verga y puñal la federación rosina...1

Echeverría narró una circunstancia en la que un joven, de la generación del Romanticismo, intentaba huir de las manos de los soldados rosistas. De alguna manera, ese joven era él, una metáfora de su vida escondiéndose, que fue perseguido por Rosas y sufrió el exilio en un momento donde una enfermedad lo tenía a maltraer. Tal vez no se pueda pensar que Echeverría era un “salvaje unitario” ya que no creía en los métodos violentos como forma de poder, pero sí la obra plantea la acción de los federales contra una víctima unitaria. A Echeverría le interesa más describir la agresión de los federales, victimizándo así a los unitarios.
Como contrapartida, se puede mencionar la obra de Luis Pérez donde puede observarse una lectura de índole “apreciativas” sobre “El Restaurador”, es decir, Pérez comunica con sus versos cierta crítica lograda partir del diálogo entre dos gauchos de diferente “clase social” pero que los une el lenguaje y las perspectivas sociales: el patrón y el peón en la época de Rosas.
En un fascímil creado por él mismo (“El gaucho”, Bs. As. 27 de octubre de 1830), “La historia de Pancho Lugares”, un patriota que enaltece la figura de Rosas:

Diez años ya en el campo/todo gaucho lo quería/pues en pialar y enlazar/ EL RUBIO se distinguía.”
No había trabajo por juerte/que aquel se le resistiera/era popular, honrado/Y buen hijo a toda prueba.”
Con esta capacidad/se gano tal distinción/Que en el pago era de todos/Sin duda la admiración.”

Sin dudas, para Pérez la figura de Rosas es valorable desde todo punto de vista. Es un hombre de bien, trabajador, que se ocupó del pueblerino. A través del periódico, Pérez le hace saber a los ciudadanos, mediante la figurar de un gaucho, que Rosas en noble de ejemplo, y ese mecanismo de utiizar una figura se repite nuevamente como con otro autores. La diferencia radica en que Pérez frecuentaba las clases populares como uno más, es decir, su posición anti-aristócrata lo ubicaba como un poeta de la plebe, sumido como parroquiano en las pulperías, abstraído por el paisanaje con la función de escritor.


1Echeverría, Esteban. (1871) “El matadero”. Longseller. Bs. As. 2006- Pág. 245 y 248.