miércoles, 5 de febrero de 2014

La incipiente condición de decir: literatura rosista y antirosista




En este breve artículo pretendo trabajar con un par de los autores argentinos más controvertidos del siglo XIX, cuyas obras, sin duda, han trascendido y son una cita permanente en cada discusión política de nuestra historia.

El matadero” de Esteban Echeverría es uno de los textos fundamentales del siglo XIX que expresaron vivamente los conceptos de la época desde una mirada crítica y fundamentando los quehaceres del poder. En la narración de Echeverría fluyen los sentimientos de hostilidad entre las dos referencias políticas de la época: unitarismo y federalismo. El autor de “La cautiva” lleva al extremo la antinomia y los enfrenta hasta en un “acto de homosexualidad” como resulta la violación de un partidario unitario por parte de un grupo de federales.

Apenas, articuló esto el juez, cuatro sayones, salpicados de sangre, suspendieron al joven y lo tendieron largo sobre la mesa comprimiéndole todos sus miembros.
  • Primero degollarme que desnudarme, infame canalla...
Los federales habían dado fin a una de sus innumerables proezas. En aquel tiempo los carniceros degolladores del matadero eran los apóstoles que propagaban a verga y puñal la federación rosina...1

Echeverría narró una circunstancia en la que un joven, de la generación del Romanticismo, intentaba huir de las manos de los soldados rosistas. De alguna manera, ese joven era él, una metáfora de su vida escondiéndose, que fue perseguido por Rosas y sufrió el exilio en un momento donde una enfermedad lo tenía a maltraer. Tal vez no se pueda pensar que Echeverría era un “salvaje unitario” ya que no creía en los métodos violentos como forma de poder, pero sí la obra plantea la acción de los federales contra una víctima unitaria. A Echeverría le interesa más describir la agresión de los federales, victimizándo así a los unitarios.
Como contrapartida, se puede mencionar la obra de Luis Pérez donde puede observarse una lectura de índole “apreciativas” sobre “El Restaurador”, es decir, Pérez comunica con sus versos cierta crítica lograda partir del diálogo entre dos gauchos de diferente “clase social” pero que los une el lenguaje y las perspectivas sociales: el patrón y el peón en la época de Rosas.
En un fascímil creado por él mismo (“El gaucho”, Bs. As. 27 de octubre de 1830), “La historia de Pancho Lugares”, un patriota que enaltece la figura de Rosas:

Diez años ya en el campo/todo gaucho lo quería/pues en pialar y enlazar/ EL RUBIO se distinguía.”
No había trabajo por juerte/que aquel se le resistiera/era popular, honrado/Y buen hijo a toda prueba.”
Con esta capacidad/se gano tal distinción/Que en el pago era de todos/Sin duda la admiración.”

Sin dudas, para Pérez la figura de Rosas es valorable desde todo punto de vista. Es un hombre de bien, trabajador, que se ocupó del pueblerino. A través del periódico, Pérez le hace saber a los ciudadanos, mediante la figurar de un gaucho, que Rosas en noble de ejemplo, y ese mecanismo de utiizar una figura se repite nuevamente como con otro autores. La diferencia radica en que Pérez frecuentaba las clases populares como uno más, es decir, su posición anti-aristócrata lo ubicaba como un poeta de la plebe, sumido como parroquiano en las pulperías, abstraído por el paisanaje con la función de escritor.


1Echeverría, Esteban. (1871) “El matadero”. Longseller. Bs. As. 2006- Pág. 245 y 248.

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