En este breve artículo pretendo
trabajar con un par de los autores argentinos más controvertidos del
siglo XIX, cuyas obras, sin duda, han trascendido y son una cita
permanente en cada discusión política de nuestra historia.
“El
matadero” de
Esteban Echeverría es uno de los textos fundamentales del siglo XIX
que expresaron vivamente los conceptos de la época desde una mirada
crítica y fundamentando los quehaceres del poder. En la narración
de Echeverría fluyen los sentimientos de hostilidad entre las dos
referencias políticas de la época: unitarismo y federalismo. El
autor de “La cautiva” lleva al extremo la antinomia y los
enfrenta hasta en un “acto de homosexualidad” como resulta la
violación de un partidario unitario por parte de un grupo de
federales.
“Apenas,
articuló esto el juez, cuatro sayones, salpicados de sangre,
suspendieron al joven y lo tendieron largo sobre la mesa
comprimiéndole todos sus miembros.
- Primero degollarme que desnudarme, infame canalla...
Los federales habían dado fin
a una de sus innumerables proezas. En aquel tiempo los carniceros
degolladores del matadero eran los apóstoles que propagaban a verga
y puñal la federación rosina...”1
Echeverría narró una
circunstancia en la que un joven, de la generación del Romanticismo,
intentaba huir de las manos de los soldados rosistas. De alguna
manera, ese joven era él, una metáfora de su vida escondiéndose,
que fue perseguido por Rosas y sufrió el exilio en un momento donde
una enfermedad lo tenía a maltraer. Tal vez no se pueda pensar que
Echeverría era un “salvaje unitario” ya que no creía en los
métodos violentos como forma de poder, pero sí la obra plantea la
acción de los federales contra una víctima unitaria. A Echeverría
le interesa más describir la agresión de los federales,
victimizándo así a los unitarios.
Como contrapartida, se puede
mencionar la obra de Luis Pérez donde puede observarse una lectura
de índole “apreciativas” sobre “El Restaurador”, es decir,
Pérez comunica con sus versos cierta crítica lograda partir del
diálogo entre dos gauchos de diferente “clase social” pero que
los une el lenguaje y las perspectivas sociales: el patrón y el peón
en la época de Rosas.
En un fascímil creado por él
mismo (“El gaucho”, Bs. As. 27 de octubre de 1830), “La
historia de Pancho Lugares”, un patriota que enaltece la figura de
Rosas:
“Diez
años ya en el campo/todo gaucho lo quería/pues en pialar y enlazar/
EL RUBIO se distinguía.”
“No había trabajo por
juerte/que aquel se le resistiera/era popular, honrado/Y buen hijo a
toda prueba.”
“Con esta capacidad/se gano
tal distinción/Que en el pago era de todos/Sin duda la admiración.”
Sin dudas, para Pérez la figura
de Rosas es valorable desde todo punto de vista. Es un hombre de
bien, trabajador, que se ocupó del pueblerino. A través del
periódico, Pérez le hace saber a los ciudadanos, mediante la
figurar de un gaucho, que Rosas en noble de ejemplo, y ese mecanismo
de utiizar una figura se repite nuevamente como con otro autores. La
diferencia radica en que Pérez frecuentaba las clases populares como
uno más, es decir, su posición anti-aristócrata lo ubicaba como un
poeta de la plebe, sumido como parroquiano en las pulperías,
abstraído por el paisanaje con la función de escritor.
1Echeverría,
Esteban. (1871) “El matadero”. Longseller. Bs. As. 2006-
Pág. 245 y 248.
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