martes, 18 de febrero de 2014

Tirar a Casas por la ventana




Hay mucho pastiche en los ensayos de Fabián Casas. Tanto en “Bonsai” como en “La supremacía Tolstoi”, el escritor/filósofo evoca temas que le interesan y sin reparar en si se relacionan o no, los une en una serie de notas, reseñas y artículos en dos libros que parecen ser continuos. ¿Para cuándo el último de la trilogía Fabián?
Debo aclarar que no me parece nada malo esa extraña mezcla donde conviven San Lorenzo, Los Beatles y Faulkner. Parece ser un procedimiento de la literatura argentina actual, fruto de algún pasado o síntoma de otra cosa.
“La supremacía Tolstoi” (2013) me gustó más que “Bonsai”. En éste último -que publicó primero, en 2007- se desata una crítica pocas veces amable y otras tantas prudentes según el tema.
Me resulta incómodo un breve artículo -el más breve del libro- llamado “El Diablo” de la página 88 en el cual despotrica contra Hugo Chávez. Lo llama bajo el epíteto “actor cómico que gobierna Venezuela” y hace referencia al discurso que el ex presidente de la República Bolivariana manifestó en una de las asambleas de Naciones Unidas donde tilda de “diablo” a Bush.
¡Persígnese Casas! ¡Hágalo tranquilo, hombre! Déjeme a mí blasfemar un poco: Mismísimo demonio, Mefistófeles, Malo, Rey de los infiernos y cuánto más crea necesario utilizar estos apodos singulares para denominar al verdadero tirano del siglo XXI.
No se asuste Casas, tengo guardados otros insultos que tal vez le ocasionen algún espanto, cuando quiera se los digo. Bush es lo que dijo Chávez, y más también.
Pero, al margen de la simpatía que le genere o no Chávez a Casas (que por supuesto le puede no agradar), lo que más me hace ruido en el texto es la idea de equilibrar a ambos ex mandatarios: “... no eran enemigos. Estaban trabajando de enemigos” es la frase última que suelta el escritor/filósofo (¿por leer la obra completa de Nietzsche uno ya se puede considerar filósofo?) como si hubiese existido una complicidad entre un revolucionario y un “bandolero” alcoholizado.
Posiblemente no exista presidente más locuaz que Chávez Frías en la historia de nuestro continente, alguien que nunca hizo una guerra y que luchó por su patria, que construyó una nueva forma de hacer política.
Los discursos de Chávez han tenido un dejo de demagogia. Es algo reprochable y lo digo admirando la obra del venezolano y su pueblo. A diferencia de Casas, observo en el discurso de Chávez “la voz del pueblo”, en esas palabras están también las víctimas del imperialismo yanqui, los muertos de Irak y hasta los mismos que habitaban las Torres Gemelas en el día del atentado.
Bush ha sido -y es- la mierda de este mundo hecha persona, Casas, y usted dice que hay una especie de juego para ver quién se odia más. Le pifia, señor, la tiró a la tribuna, usando sus jergas recurrentes en sus simpáticos ensayos.

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