La
muerte de Ricardo Piglia no es una muerte más. Esa sucesión de
fallecimientos de escritores como Laiseca, Rivera y Ludmer
dejan un vacío importante tanto en la narrativa como en el ensayo. Y
la de Piglia, en particular, en los dos géneros donde mejor supo
producir una literatura capaz de abordar conceptos con una claridad
envidiable.
Piglia
pensó la literatura nacional y además, como si fuera poco,
intervino en ella de manera notable. Su gran novela “Respiración
artificial” (1980) demostró una nueva manera de narrar los hechos
históricos y de experimentar un tipo de ficción que llamó la
atención al público lector que se escondía para acercarse a la
lectura en época dictatoriales.
Más
tarde, con “Plata quemada” (1997) estableció un cierre que él
mismo había conseguido abrir cuando en los sesenta -ya como editor-
difundió el género policial, momento en que además ganó su primer
premio literario con un cuento inaugural que muy pocos conocen -o
recuerdan- llamado “La loca y el relato del crimen”.
En
materia de ensayo, su producción es memorable. Tanto su
participación en revistas literarias como los libros “Crítica y
ficción” (1986), “Formas breves” (1999) y “El último
lector” (2005); y el último envión -ya enfermo, padecía ELA- que
le procuró trabajos como los diarios de su alter ego Emilio
Renzi y “Las tres vanguardias: Puig, Walsh, Saer”.
Foto Diario Perfil
Guionista,
profesor, editor. Sin dudas, uno de los intelectuales más
representativos de la cultura literaria y también política. Alguien
dijo por ahí que Piglia era un “borgeano de izquierda”, y me
gustó esa caracterización para un escritor que supo ver el
procedimiento de los escritores que marcaron, para él, el campo de
la narrativa actual. Desde Macedonio hasta Gombrowicz, los
entrecruzamientos entre Borges y Arlt, Sarmiento como el primer gran
literato, los vanguardistas, Puig como el gran novelista. Y de afuera
Faulkner, Joyce, Tolstoi, Kafka.
Definió con el término “ficción especulativa” la trama de
Borges y tildó a la segunda parte de “Martín Fierro” como
peronista por su búsqueda de una tercera posición.
Simplemente,
Piglia. Nos va a hacer falta. Semejante pérdida no se consuela con
escritores sobrevalorados o mecenas de gobiernos de turnos. Quizá
ahora sus libros aumenten de precios en las librerías, obra que de
por sí tiene el gran peso de ser de las más importante del último
medio siglo. Leerlo es la mejor manera de homenajearlo.