lunes, 12 de octubre de 2015

LA REVOLUCIÓN MARXISTA EN ARGENTINA, UNA UTOPÍA



Luego de más de treinta años de democracia, nuestro país parece no querer salir de un sistema que se mantiene vigente a causa de la explotación capitalista, del hombre por el hombre, con crisis que golpean el bolsillo de los que trabajamos.
No quiero caer en las consignas obvias del troskysmo. Muchos piensan que hablar de la “lucha de clases” o de “proletariado” son consignas ahistóricas y que confunden a “los de abajo”. Algunos propios sectores de izquierda popular prefieren obviar las categorías marxistas más comunes con la excusa de que el lenguaje deber ser “accesible” o “cercano” a la gente de los barrios para así participar de la política. Eso es relativo.
Pero ese no es el eje que quiero esbozar. En un período electoral como el actual, afronto ir de nuevo a las urnas con cierta desesperanza. Tengo la sensación de que lo ideológico vale muy poco (eso no quiere decir que desista de mi confianza en el marxismo), que los intereses económicos individualistas (y burgueses) influyen más en lo electoral que una verdadera construcción popular y de intención transformadora.
Con Scioli, Macri y Massa como principales agentes, la revolución -o si prefieren el “cambio social”- se hace verdaderamente inalcanzable.
¿Cómo lograrlo entonces? Desconozco. No hay una fórmula, o por lo menos yo no la tengo. Lo que sí sé es que así parece que no. “Así” viene a ser “el voto”, las elecciones. El Frente de Izquierda y de los Trabajadores, por ejemplo, ha logrado interesantes sufragios pero poco expectante si se tiene en cuenta que es una porción muy pequeña de lo que se denomina “campo popular”, aún cuando éste sigue siendo escueto en la Argentina, se siente allí representado.
¿Cómo puede ser que los y las trabajadores no tengamos un representante cuando el proletariado es mucho mayor que los patrones?
Falta capacidad de movilización de masas a la izquierda toda, no sólo al FIT. Pero la movilización debe tener trabajo de base; militancia en los barrios, sindicatos y lugares de trabajo; en la facultad y la educación secundaria, etc. No es fácil, por supuesto. Sobre todo si en esos espacios llega un peronista y con el virtuosisimo del capital, los recursos estatales y el asistencialismo (que decae en clientelismo) destruye en breve lo construído con tanto esfuerzo y durante tanto tiempo. Esa es la realidad de muchos barrios en nuestro país.
Volviendo al tema elecciones, vale aclarar que sin dudas es una forma de entablar diálogo con la democracia. Pregunto ¿es el único medio? ¿Cuán democrático puede ser votar a los mismos sujetos que desfilan en el momento que les conviene, con el partido que les conviene, para ganar una elección? En ese sentido, el país sigue siendo más peronista que nunca y difícilmente podamos superarlo. La derecha se mantiene porque, además de tener condición económica y ser los explotadores, coopta las formas de hacer política del peronismo. Por ejemplo, Macri (que acaba de inaugurar un monumento de Perón).Y el peronismo tiene poder porque se relaciona y negocia con las corporaciones que dominan lo económico (empresarios peronistas abundan).
En conclusión: la retroalimentación permanente entre el peronismo y la patronal hacen imposible que la izquierda (encima desunida) logre romper con lo establecido por la correlación de fuerzas caracterizadas.
En algún punto, los enemigos del marxismo de hoy siguen siendo los mismos de hace treinta y cuarenta años atrás. ¿Cómo se los combatió aquella vez? Organizándose en las fábricas, escuelas, en los barrios. Sí. Pero también con la lucha armada. Y pensar que muchos que se dicen de izquierda hoy niegan la toma del fusil, desconociendo la historia.
¿Hace falta una dictadura para tomar las armas? Sinceramente ¿un militante de izquierda en la argentina piensa que va a ser la revolución repartiendo boletas, al igual que la reparte el burgués?
Es para valorar lo realizado por Chávez en Venezuela, Evo en Bolivia, Mujica en Uruguay y Correa en Ecuador (si se quiere) con métodos parlamentarios. Pero ¿eso es marxismo? ¿es revolución? ¿se terminó con la burguesía? ¿Es anacrónico hablar de lucha armada cuando en el mundo la violencia es la principal fuente de la toma de poder? Con la tradición revolucionaria de América Latina ¿está mal pensar que el verdadero cambio se puede dar sólo a los tiros?
Son preguntas que me llevan a pensar que el pesimismo se apodera de uno cuando nota que las cosas van a seguir igual que siempre por más que sólo cambien los nombres.

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