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sábado, 17 de septiembre de 2011
Pobreza singular
En busca de otros rumbos va mi vida, desafiada. Me acomodo en mis panatalones y le hago otro agujero al cinto. Le saco el barro a mis zapatos y también unas piedras que molestan mi andar.
Estoy ocupado, escribiendo estas cosas. Estoy desocupado, por la tarde, cuando voy a pedir que me paguen. Trabajo todos los días, me pagan de vez en cuando y lo que quieren.
Soy el hambre del "cordobazo" y del "2001". nadie lo sabe. O sí, pero lo ignoran. "El hambre es mío. No jueguen con mi hambre" dice el paisano. Viene a mi memoria el trueque y pienso ¿dónde dejé mi alma? ¿Por qué la cambié?.
Agarro mi bombo y encaro de nuevo para la calle donde dejar mis sensaciones, donde apedrar a los burgueses y desafiar a la policía.
Ya para este entonces me chifla la panza y me transpira la frente y el corazón. Bebo de mi sangre y, enseguida, como un reflejo sobrehumano, piensa en la de mis compañeros arrastrándo sus alas.
Canto. Y en ese ritmo, propios de estas tierras, arremeto contra las autoridades que me piden el pago de mi último servicio.
Yo no sé si entro en las estadísticas del INDEC. Y eso que tengo nombre y sombra. Pero me siento desaparecido de este sistema. Alguien me robó. Recojo una moneda del suelo y es vieja. Otra vez la panza. Otra vez escupo, pero esta vez, le acerto al bocacalle.
Rebelarme, es la que me queda. Aunque llegue a mi pocilga y me apene, y escriba, y agarre la guitarra y se me rompan las cuerdas culpa de la bronca. Y en un diario, que no es de hoy, dice que todo va bien, que hemos mejorado, que los argentinos no tenemos de qué quejarnos. Y me preocupa, por mis demandas, por mis insultos.
Tacho de nuevo los días del calendario. Los pocos que me quedan de vida.
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