miércoles, 24 de agosto de 2011

Publicar, para unos pocos

Ya en uno de otros textos hemos cometado lo difícl que resulta publicar una obra literaria. Más allá de la calidad, a cualquier escritor o escritora se le presentan obstáculos cruentos y viles a la hora de pensar en que otros puedan leer lo que uno produce.
Con algunos lectores reconocidos y con experiencia de este blog hemos llegado a la conclusión -feca de por medio- en las necesidades de implementar nuevas estrategias para desarrollar actividades de difusión cultural y literaria donde quepen tod@s. Es decir, la tirada de folletines, revistas o blogs suelen ser una alternativa accesible. Sin embargo, el "objeto" libro es sagrado y uno, como "escribiente" (en manifiesto del lector consideramos que decirse ESCRITOR es mucho, así pues optamos por este sustantivo para que no nos incomode el oficio) pretende ver su creación en un stand, biblioteca o en una librería (eso sí, a precio económico).
Abundan los escritores y escritoras en relación a su oportunidad, y ésto siempre acompañado de los siempre recordados (recurrentes) Medios de Comunicación. Muchos de los que logran publicar lo hacen gracias a su "acomodo" con empresas y/o gobiernos. Por ejemplo, Sandra Ruso y Carlos Barragán, Luis Majul, Ari Paluch, José María Domínguez, Lanata, Jorge Bucay y cuanto asalariado aparezca detrás de una cámara de televisión resultan de un oportunismo que otros, lejos de ese poder, sueñan con llenar la alcancía y hacer circular un humilde folletín.
Ésto sin contar dirigentes políticos o abogados o empresarios. Redrado, Aníbal Fernández, Lousteau, entre otros.
Borges publicó sus primeros poemas con ayuda capital de su madre, a diferencia de Benedetti que trabajaba horas y horas para dar a conocer sus metáforas. Algo similar a lo del escritor uruguayo ocurrió con Arlt, a diferencia de Güiraldes. No es la intención criticar el contenido, de hecho admiramos a Borges por su calidad, la intención es observar el fenómeno de las publicaciones en relación a lo ideológico y lo empresarial, a las comodidades y lo adquisitivo.
Habría que ver si el joven poeta Camilo Blajaquis hubiera sido reconocido sin pasar por los medios de comunicación, tan inaccesibles para otros a pesar de la Ley de servicios de comunicación audiovisual. Desde aquí saludamos su capacidad y conquista pero entendemos que aveces se manipulan imágenes y experiencias de vida.
Hay un poco de suerte y es verdad aquella frase de Menard en su libro "Ensayos para dormir una siesta" que para cambiar algunas cosas o ser escuchado no hay que pedir permiso.
Los Best Seller son una patraña, un monopolio, una conveniencia, un aprovechamiento desmedido de la venta y el patrimonio intelectual y sentimental. No todos los autores son culpables de ese usufructo pero los "latifundistas del libro" contribuyen a que un escritor se imponga ritmos de trabajo, voluntad y obsesión. Y eso, lo consideramos un despropósito. Dan Brown y J. K. Rowling son ejemplos clásicos de este ensueño.
Y también ha ocurrido - y ocurre- el uso y abuso de la edición de autores que apenas vieron sus obras publicadas: Kafka, Béquer, el mismo Arlt con las aguafuertes, Alfonsina, Tolkien y otros.
El precio desorbitante de los libros es una queja permanente de los que hacemos este modesto espacio virtual, y creemos que ese precio suele ir condicionado por la exposición o la procedencia de su autor/a.
Por lo demás, estas reflexiones quieren servir para pensar nuevas formas de producción y difusión, que sea más neutral y accesible para tod@s, para que se desparramen papeles en el aire y el viento lleve las palabras a todas partes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario