lunes, 19 de diciembre de 2011

Leyenda de la llorona

Francisca era una mujer muy celestial en su niñez, mientras era feliz. Su estado de ánimo cambió años más tarde , luego de entablar nupcias con un militar retirado de la zona. La pareja se unió ante su Dios. Ella dieciocho. Él cincuenta. Nunca nadie de su entorno supo si él se había enamorado o o a ella le interesaba solamente el bienestar. De cualquier modo, no se los notaba felices. Ellos nunca manifestaban indicio alguno de discrepancias o peleas, sin embargo, en el pueblo las malas lenguas sobraban. La noche que Francisca comenzó su llanto debió haber observado - o al menos sospechado- el engaño de su marido. Era cierto que la cosa no funcionaba pero aquella noche comenzó el drama. Por razones que cualquier lector podría imaginar, el embarazo de Francisca complicó aquella situación en que el buen destino parecía ser esquivo. Su cuerpito se notaba solo cuando lo repetía la sombra. Un vestido florido adornaba una pancita que le daría vida a su vida, desdeñada e ignorado por quien le había prometido el cielo y no le producía más que tormentos. Un sentimiento contradictorio se apoderaba de la muchacha hasta que el marido dio cuenta de la gestación y de inmediato secuestró a la joven hasta practicarle un aborto con una hechicera de las montañas del Taco Ralo. No solo Dios, tampoco la justicia ni los vecinos ampararon a aquella noble muchacha que no pudo decidir sobre ninguno de sus principios humanos. En el pueblo, nunca más se supo del paradero del militar. Desde aquel entonces, la niña celestial aventajó al viento en años, se avejentó de manera tal que parecía un ser de otra naturaleza. Su vida era ahora una pesadilla, soñaba con su pequeño en los limbos adonde solía viajar. De vez en cuanto se la suele oír llorando de tristeza cerca de habitaciones donde, a lo mejor, obtiene noticias en la cuna de la que nunca debió escapar.

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