Ir a la plaza a patear con los amigos ya no lo motivaba. Braulio era un chico normal. Bueno, habría que preguntarse qué significa ser normal en tiempos donde la naturaleza humana está en un especial momento. Normal por su relación común y natural con los demás, que se yo, en la escuela, con sus padres, etc. Un chico muy comunicativo que siempre daba cuenta de su estado d
e ánimo y plenitud.
Hasta que le regalaron su primera computadora, Braulio se mostraba en el barrio, paseando como cualquier adolescente. Su padre creyó que un regalo como ése podría involucrarlo aún más en su futuro académico para que definiera qué hacer de su vida aprovechando la juventud y las herramientas de estudio.
Pasaba horas y horas frente al monitor, las mismas que sus padres pasaban en el trabajo. De la compu a la escuela, de la escuela a la compu. Ni un segundo podía estar sin dirigir el cursor o escribir una constraseña o una dirección web.
A su edad parece ser común que un chico se sienta atraído por los medios virtuales, sin embargo, para un psicólogo puede ser una “adicción por falta de experimentaciones intensas”.
Las redes sociales eran sus favoritas. De hecho, apenas conectaron internet, Braulio armó una cuenta de "feisbuc" con su nombre y algunas fotos que tenía en el celular. Todos los días lograba una nueva amistad. Amistad que no consuela con un abrazo, ni que comparte una comida ni un partido de fútbol, ni risas ni llantos.
Miles de contactos y ninguna voz, miles de imágenes y todos tan lejos estando tan cerca. Le gustaba chatear con sus primos y compañeros de colegio que hacía apenas unos minutos había visto en el aula.
Uno de esos días conoció a lataty_16. Tenía su edad, concurrían a la misma escuela y formalizaron a través de un chat, posteando fotos y comentando chismes: dos ejercicios claves que el feisbuc contiene. La relación no duró mucho ya que él se enteró, o al menos sospechó, que Taty había aprobado con el dedo pulgar en alto una foto de chicos de la escuela que no le simpatizaban.
Fue así que diecidió terminar eliminándola de sus contactos.
De chico era amante de los juegos de mesa, ahora los tenía a todos en un programa de red. Le alcanzaba apretar “Intro” o “Ctrl” para mover un alfil en el “ajedrezweb”. Le atraía competir con otra gente de varios lugares del mundo, e incluso le divertía jugar con los que no compartían su lengua. Si bién el ajedrez era su preferido, la vez que aprendió a jugar al poker le ocurrió un hecho desafortunado: tuvo que empeñar un par de zapatillas (las últimas que su madre le había comprado) al apostarlas y perder. Las envió por mercado libre a un escocés ambicioso.
Su calificación en la escuela no variaba. No era un pibe diez pero le alcanzaba para aprobar las materias. Con menos frecuencia sus amigos del barrio lo iban a buscar a la casa, pues se cansaron de no tener respuestas para jugar en la plaza.
Braulio estaba sometido, inerte ante aparatos y luces. No podía abandonar su cuenta por temor a perder seguidores. Subía videos de sus canciones favoritas y hasta se atrevía a opinar de alguna situación política del país.
Jhon Luis era su cantante pop favorito. Estaba de moda y mucha gente lo admiraba por la capacidad artística. Braulio intentaba comunicarse con su ídolo pero no lograba hacerlo.
Cuando descubrió que su ídolo no tenía cuenta en la red más grande la internet, decidió hacer una y hacerse pasar por él. No se lo dijo a nadie.
Braulio, ahora Jhon Luis, se vestía de negro con una vicera que apenas le dejaba ver el entrecejo. Pulseras y collares lo adornaban y hasta empezó a realizar un curso de inglés por iutú. En pocas horas el personaje empezó a explotar por las redes. Fotos descargadas de gugle le ayudaban al joven para convencer a los demás de que el mismísimo Luis había abierto una cuenta en el feisbuc. Y hasta armó un video y "iutub" como si cantara en un acústico inédito. Las chicas parecían ser las más interesadas y hasta ofrecían sus teléfonos para que el cantante las comunique.
Braulio, ya no era aquel que había sido mientras jugaba al aire libre y con sus amigos. Ahora iba a clases de baile y canto, se había teñido el pelo y hasta había cambiado su identidad.
Víctor
Hasta que le regalaron su primera computadora, Braulio se mostraba en el barrio, paseando como cualquier adolescente. Su padre creyó que un regalo como ése podría involucrarlo aún más en su futuro académico para que definiera qué hacer de su vida aprovechando la juventud y las herramientas de estudio.
Pasaba horas y horas frente al monitor, las mismas que sus padres pasaban en el trabajo. De la compu a la escuela, de la escuela a la compu. Ni un segundo podía estar sin dirigir el cursor o escribir una constraseña o una dirección web.
A su edad parece ser común que un chico se sienta atraído por los medios virtuales, sin embargo, para un psicólogo puede ser una “adicción por falta de experimentaciones intensas”.
Las redes sociales eran sus favoritas. De hecho, apenas conectaron internet, Braulio armó una cuenta de "feisbuc" con su nombre y algunas fotos que tenía en el celular. Todos los días lograba una nueva amistad. Amistad que no consuela con un abrazo, ni que comparte una comida ni un partido de fútbol, ni risas ni llantos.
Miles de contactos y ninguna voz, miles de imágenes y todos tan lejos estando tan cerca. Le gustaba chatear con sus primos y compañeros de colegio que hacía apenas unos minutos había visto en el aula.
Uno de esos días conoció a lataty_16. Tenía su edad, concurrían a la misma escuela y formalizaron a través de un chat, posteando fotos y comentando chismes: dos ejercicios claves que el feisbuc contiene. La relación no duró mucho ya que él se enteró, o al menos sospechó, que Taty había aprobado con el dedo pulgar en alto una foto de chicos de la escuela que no le simpatizaban.
Fue así que diecidió terminar eliminándola de sus contactos.
De chico era amante de los juegos de mesa, ahora los tenía a todos en un programa de red. Le alcanzaba apretar “Intro” o “Ctrl” para mover un alfil en el “ajedrezweb”. Le atraía competir con otra gente de varios lugares del mundo, e incluso le divertía jugar con los que no compartían su lengua. Si bién el ajedrez era su preferido, la vez que aprendió a jugar al poker le ocurrió un hecho desafortunado: tuvo que empeñar un par de zapatillas (las últimas que su madre le había comprado) al apostarlas y perder. Las envió por mercado libre a un escocés ambicioso.
Su calificación en la escuela no variaba. No era un pibe diez pero le alcanzaba para aprobar las materias. Con menos frecuencia sus amigos del barrio lo iban a buscar a la casa, pues se cansaron de no tener respuestas para jugar en la plaza.
Braulio estaba sometido, inerte ante aparatos y luces. No podía abandonar su cuenta por temor a perder seguidores. Subía videos de sus canciones favoritas y hasta se atrevía a opinar de alguna situación política del país.
Jhon Luis era su cantante pop favorito. Estaba de moda y mucha gente lo admiraba por la capacidad artística. Braulio intentaba comunicarse con su ídolo pero no lograba hacerlo.
Cuando descubrió que su ídolo no tenía cuenta en la red más grande la internet, decidió hacer una y hacerse pasar por él. No se lo dijo a nadie.
Braulio, ahora Jhon Luis, se vestía de negro con una vicera que apenas le dejaba ver el entrecejo. Pulseras y collares lo adornaban y hasta empezó a realizar un curso de inglés por iutú. En pocas horas el personaje empezó a explotar por las redes. Fotos descargadas de gugle le ayudaban al joven para convencer a los demás de que el mismísimo Luis había abierto una cuenta en el feisbuc. Y hasta armó un video y "iutub" como si cantara en un acústico inédito. Las chicas parecían ser las más interesadas y hasta ofrecían sus teléfonos para que el cantante las comunique.
Braulio, ya no era aquel que había sido mientras jugaba al aire libre y con sus amigos. Ahora iba a clases de baile y canto, se había teñido el pelo y hasta había cambiado su identidad.
Víctor
No hay comentarios:
Publicar un comentario