El patio de casa es para Huarmi lo que el maravilloso país de Alicia.
Se le abre la puerta del día y el sol cae rendido.
Huarmi observa cómo los pájaros la invitan a volar, ella se alza y pedalea en el aire como si los alcanzara. Así y todo, cuando llega el ocaso, sus ojos se confunden con el cielo y no hay certeza de que las nubes no la envidien.
Huele las flores y los arbustos con generosidad descubriendo así el aroma vegetal. Chispita, el perro, se acerca temeroso y acepta una caricia en su hocico exagerado.
El canto de un cardenal le gana la atención, pretende imitarlo con un quejido curioso que sale de su boca entre saliva y ruido.
Huarmi sonríe, bella, mientras yo, orgulloso, estoy cada vez más convencido de que la belleza que puede otorgarnos la naturaleza ha tocado un techo.
Se le abre la puerta del día y el sol cae rendido.
Huarmi observa cómo los pájaros la invitan a volar, ella se alza y pedalea en el aire como si los alcanzara. Así y todo, cuando llega el ocaso, sus ojos se confunden con el cielo y no hay certeza de que las nubes no la envidien.
Huele las flores y los arbustos con generosidad descubriendo así el aroma vegetal. Chispita, el perro, se acerca temeroso y acepta una caricia en su hocico exagerado.
El canto de un cardenal le gana la atención, pretende imitarlo con un quejido curioso que sale de su boca entre saliva y ruido.
Huarmi sonríe, bella, mientras yo, orgulloso, estoy cada vez más convencido de que la belleza que puede otorgarnos la naturaleza ha tocado un techo.
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