Había que hacer un mundo donde queparan los diablos. Y el diablo se
presentó. El mismísimo demonio llegó un día vestido de rojo, con fuego
apasionado y algo en la mano.
Mefistófeles, o rey de las tinieblas
(la monarquía nunca le simpatizó), le dio salud al pueblo, educación a
los niños, trabajo a los hombres, derechos a las mujeres, viviendas a
los sin tierra, futuro a los sin sueños, esperanzas a las sombras sin
espíritu.
Ese malvado por el que hoy lloran millones de personas es Chávez y el fuego que traía era de llamas de la revolución.
Como dijera Galeano, ese demonio perseguido por las potencias del
norte. Comandante Chávez, el maldito por el que no duermen las
majestades del imperio.
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