Toda opinión acerca de lo escrito
contiene en mí una parte de admiración y otra parte de condena,
pero en este caso lo particular de esta escritura ha desbordado en sí
lo meramente crítico para no hallar en ella más que elogios. Y no
solo por el hecho de que quién escribe es ya una persona especial
sino también porque la difícil tarea de escribir exime a que la
realiza del compromiso de agradar.
Leer ha sido para mí un placer
intelectual y otro tanto físico. Pero he aquí que una nueva
dimensión se ha agragado a la anteriores y me he descubierto leyendo
desde el corazón. No por aquello que he podido establecer en
relación con la lectura sino porque lo que he encontrado en cada uno
de estos mini-relatos, ha despertado la zona más subjetiva de un
lector: las emociones.
Y ante estas, no caben medidas de
valoración posibles. Puedes cerrar las puertas a los sentimientos
pero yo en cambio me he permitido abrirlos. Y entonces las historias,
mezcla de ficciones y realidades, me han tocado (he aquí otra
metáfora de la lectura como actitud física) y han ido remontando
desde mis impresiones desconocidas. Por ello es que ha sido toda una
celebración para el espíritu que alguien tan joven demuestre tan
viva pasión por la escritura, por eternizar en palabras situaciones
y personajes y por darle a la existencia la oportunidad de mostrarse
nuevamente a los hombres.
En lo personal debo confesar que he
sido alcanzado por aquella frase que expresa que “...Lo cierto
es que algunos héroes tienen himnos y otros aguardan a tener
justicia...” (de “Algunas muertes no son en vano”), sentido
sentimiento de que los otros no son el infierno como dijera Sartre
sino de que se espera que los demás conviertan alguna vez este
infierno en paraíso.
El mérito de este libro estriba en que
no contiene frases altisonantes, estructuras complicadas, giros
idiomáticos oscurantistas, ideas rebuscadas, metáforas exigidas
como en la de tantos otros noveles escritores sino que transcurre por
los andariveles del lenguaje llano del pueblo que hace de lo
cotidiano maravillas. Los misterios de París.
Nadie pues tiene derechos ni
obligaciones con respecto a la lectura o la escritura, pero sí el
permiso natural de arriesgarse a difrutarla y eso, y sólo eso, es
toda la literatura.
Por otra parte he experimentado el
transitar por estas líneas que la persona detrás de ella encierra:
una visión del mundo humanitaria aravesada por los dolores y las
alegrías del punto de estar vivo en medio de otros seres semejantes
a el. Del júbilo de saberse unido y no por fuera de las desventuras
ajenas y de compartir el camino de las sencillas en esta búsqueda
por hacer del mundo un lugar más justo.
Es por lo tanto para mí un honor tener
entre mis manos este libro, guardarlo entre los estantes de mi
biblioteca y recurrir a él cada vez que tantas teorías y conceptos
amenacen con quitarme las emociones.
Nada sé de fútbol pero aquello de
“Fue de casualidad” es un relato breve que condensa en sí todo
un momento de alegría y tristeza de este nuestro país desgarrado
por su paroxismos.
Y es así cómo Víctor lucha no solo
con su vida de todos los días sino también con la escritura.
Haciendo de este transcurrir en la tierra algo mejor, más bello de
mirar y entender, este sentirse junto a los orígenes ancestrales de
la patria en “Salvatierra, en el laberinto de las piedras” o la
“Leyenda de Cerro Leones” y tantos otros, o doloridamente relata
aquello de “El paraíso está en el origen” o “Devolución de
gentileza”.
A mí que soy lector voraz pero
escritor frustrado leerlo me ha devuelto las ganas de volver a
escribir. Un logro que particularmente le agradezco.
Es por lo tanto conmovedor poder sentir
que la literatura es creación viva y no “una flor de invernadero”
bajo los análisis de la Teoría Literaria. Porque este joven ha
logrado hallar en “Cuentos para despertarse” una barrera eficaz
contr la comprensión demasiada racional del mundo literario y nos ha
entregado lo bueno de sí en cada página de este libro, tan pero tan
sencillo y noble como el proceder de quien lo escribe (que hasta su
nombre y apellido aparecen en la tapa en letras muy pequeñas).
Por lo tanto le auguro a su creador más
que estas palabras de elogio porque le conozco, le admiro y le
respeto. Le deseo: Leshaná tová tikatev vetejem! (Que seas
inscripto en el libro de la vida).
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