miércoles, 2 de abril de 2014

Walter Benjamin: tiempos y destiempos de la historia


Por Fabrice Mogart


Michael Löwy dijo una vez que uno de los textos más breves de Benjamin, era uno de los más difíciles de entender. Hablaba de “Sobre el conceptos de historia”.
Allí, el filósofo alemán no se propone definir la historia sino apuntar distintos elementos que hacen al concepto como un punto de partida o un camino para recorrer y acercarse al ese término. A lo largo de dieciocho apartados breves y un anexo de dos partes (A y B) Benjamin recorre sintéticamente dos partes de sus preocupaciones filosóficas: materialismo y mesianismo en la historia.
Puede que ese breve texto brinde cierta claridad a la hora de comprender la relación de Benjamin y el marxismo. ¿Por qué? Porque plantea cómo debe interpretarse la historia bajo el método “materialismo histórico”. En eso es claro, y no coincido con Lowy.
Benjamin le pide al “materialista histórico” que viva en el pasado para comprender mejor la historia y el presente, porque sino se queda con el “historicismo”, es decir, una imagen “eterna” del pasado. Es interesante esta propuesta, aunque el mismo Benjamin debió suponer que se trata de algo difícil de lograr siendo que en la mente y en la época donde se para un historiador (o cualquier sujeto) para contemplar la historia siempre es un aquí y ahora. Por eso es tan potente la frase de Marx que dice que a la historia, más que describirla hay que transformarla.
En el apartado número XVII, Benjamin inscribe: “El historicismo culmina, por derecho, en la historia universal. La historiografía materialista se separa de ella en cuanto al método, quizás con mayor nitidez que de cualquier otra historia. La historia universal no tiene ninguna armazón teórica. Su procedimiento es aditivo: proporciona la masa de hechos para llenar el tiempo homogéneo y vacío. La historiografía materialista está basada, por el contrario, en un principio contructivo”. Es que Benjamin deja en claro que el método marxista es lo más eficiente para construir la base de la revolución.


Respecto de las afirmaciones de Löwy, cabe destacar que el pensador franco-brasileño conoce mucho sobre la obra de Benjamin y se encarga de aclarar los aportes realizados por el berlinés. Trabajos sobre el “flâneur”, el lenguaje y la deconstrucción (leer a Jorge Panesi) y los pasajes poseen ciertas dificultades para elaborar un rápido entendimiento sobre su significado, y más por medio de ciertas traducciones. Por eso, considero que “Sobre el concepto de historia” puede servir para iniciar un camino de lectura benjaminiana.
La idea de “tiempo” es central en toda la obra de Benjamin. En la actualidad, se han logrado hacer nuevas lecturas acerca de este fenómeno, ya sea desde la crítica teórica, el neomarxismo, la filosofía y la idea de progreso y ciudad. Todas estas categorías abren de nuevo el camino para acercarnos a los procesos históricos y cómo observar el presente.
En los años setenta y ochenta, Beatriz Sarlo fue una de las responsables -junto con Murena- de traer la obra de Benjamin a parte de América Latina, no sólo de nuestro país. Sin embargo, critica su presencia en la actualidad “No hay ninguna ortodoxia benjaminiana que custodiar” y pregunta “¿por qué no olvidar a Benjamin sin más trámites?”. Hay algo del crítico que todavía parece estar latente.
Al igual que Aristóteles, Descartes, Kant y Hegel, Benjamin permanece siendo un autor fundamental para, desde la teoría crítica, interpretar y transformar la realidad.

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