Por Fabrice Mogart
Michael Löwy dijo una vez que uno de
los textos más breves de Benjamin, era uno de los más difíciles de
entender. Hablaba de “Sobre el conceptos de historia”.
Allí, el filósofo alemán no se
propone definir la historia sino apuntar distintos elementos que
hacen al concepto como un punto de partida o un camino para recorrer
y acercarse al ese término. A lo largo de dieciocho apartados breves
y un anexo de dos partes (A y B) Benjamin recorre sintéticamente dos
partes de sus preocupaciones filosóficas: materialismo y mesianismo
en la historia.
Puede que ese breve texto brinde cierta
claridad a la hora de comprender la relación de Benjamin y el
marxismo. ¿Por qué? Porque plantea cómo debe interpretarse la
historia bajo el método “materialismo histórico”. En eso es
claro, y no coincido con Lowy.
Benjamin le pide al “materialista
histórico” que viva en el pasado para comprender mejor la historia
y el presente, porque sino se queda con el “historicismo”, es
decir, una imagen “eterna” del pasado. Es interesante esta
propuesta, aunque el mismo Benjamin debió suponer que se trata de
algo difícil de lograr siendo que en la mente y en la época donde
se para un historiador (o cualquier sujeto) para contemplar la
historia siempre es un aquí y ahora. Por eso es tan potente
la frase de Marx que dice que a la historia, más que describirla hay
que transformarla.
En el apartado número XVII, Benjamin
inscribe: “El historicismo culmina, por derecho, en la historia
universal. La historiografía materialista se separa de ella en
cuanto al método, quizás con mayor nitidez que de cualquier otra
historia. La historia universal no tiene ninguna armazón teórica.
Su procedimiento es aditivo: proporciona la masa de hechos para
llenar el tiempo homogéneo y vacío. La historiografía materialista
está basada, por el contrario, en un principio contructivo”.
Es que Benjamin deja en claro que el método marxista es lo más
eficiente para construir la base de la revolución.
Respecto de las afirmaciones de Löwy,
cabe destacar que el pensador franco-brasileño conoce mucho sobre la
obra de Benjamin y se encarga de aclarar los aportes realizados por
el berlinés. Trabajos sobre el “flâneur”, el lenguaje y la
deconstrucción (leer a Jorge Panesi) y los pasajes poseen ciertas
dificultades para elaborar un rápido entendimiento sobre su
significado, y más por medio de ciertas traducciones. Por eso,
considero que “Sobre el concepto de historia” puede servir para
iniciar un camino de lectura benjaminiana.
La idea de “tiempo” es central en
toda la obra de Benjamin. En la actualidad, se han logrado hacer
nuevas lecturas acerca de este fenómeno, ya sea desde la crítica
teórica, el neomarxismo, la filosofía y la idea de progreso y
ciudad. Todas estas categorías abren de nuevo el camino para
acercarnos a los procesos históricos y cómo observar el presente.
En los años setenta y ochenta, Beatriz
Sarlo fue una de las responsables -junto con Murena- de traer la obra
de Benjamin a parte de América Latina, no sólo de nuestro país.
Sin embargo, critica su presencia en la actualidad “No hay ninguna
ortodoxia benjaminiana que custodiar” y pregunta “¿por qué no
olvidar a Benjamin sin más trámites?”. Hay algo del crítico que
todavía parece estar latente.
Al igual que Aristóteles, Descartes,
Kant y Hegel, Benjamin permanece siendo un autor fundamental para,
desde la teoría crítica, interpretar y transformar la realidad.
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