domingo, 17 de enero de 2016

Cuando llegue a viejo

Me pregunto si cuando sea viejo
-si es que llego-
voy a tardar tanto para sacar plata
del cajero
o si madrugaré para hacer
los trámites y mandados.
Me pregunto si voy a ser ese viejo
que manosea la fruta antes de comprarla
o si me detendré en la vereda simulando barrer
para chusmear y pensar en un secuestro.

¿Me tiñeré el pelo,
me preocuparán las arrugas,
tendré joroba,
me aprovecharé de mi senectud
para colarme en las largas filas del infierno?

Cuando llegue a viejo quiero el primer asiento del bondi,
entrar gratis al cine,
acomodarme el bulto en la calle,
interesarme por las necrológicas de los diarios,
subirme el lompa hasta el ombligo,
usar chinelas con media tres cuarto,
jugar a las bochas y sentarme en un banco de la plaza
a desear culos y tetas para mi cama.

Necesitaré de un viejo amigo
para pelearme con él todos los días,
de un bastón para espantar la muerte
y de una enfermera que me limpie la sonda
y los vestigios de mis años perdidos.

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