lunes, 24 de octubre de 2016

DÍAS Y NOCHES (Homenaje a Borges, a 30 años de su muerte)


La oscuridad me sabe a ultraje,
vanidad que algún relato
bíblico y/o mitológico
se apoderó de mí.
Los mares de Ítaca,
por ejemplo,
muestran navíos agazapados
durante días y noches
que sin embargo no puedo ver.
Vaya ironía entonces
la de las luces del tiempo.

Alguien hizo fuego
con melancólica ira:
los sueños de Alonso Quijano
se cuelan por esa hendija,
vasta y eterna, oblicua y rampante.

Ojos, ¿para qué los quiero?
Una melodía le hace sombra
al camino desierto.

Yo -que vi el universo
en ese peldaño pretencioso
de la calle Garay,
que vi al hombre
con sus mil caras
y los astros en la biblioteca de mi padre-
hoy me encuentro ciego y solo,
fatigado como plegaria de Homero
cuando todo era lo otro.

¿Quién seré después de mi?
Toda astucia es sinónimo
de inteligencia.
Soy yo, Borges. Borges soy.
El de la esquina rosada
cuyo destino bárbaro
hizo que empuñara un arma
nuevamente más allá de las vías,
quizá en la pampa.

Que alguien pronuncie
con magnánimo duelo y desorden
este nombre
para que se haga
al fin
la luz.

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