Iba cargado de injusticias y mérito de ello resultó una carta que buscaba ser leída. Cuando descendió del tren despidió a su amada, quizá sin saberlo, por última vez. Un despido eterno.
Caminó sin desmedro por las calles porteñas para que leyeran su deseo, el de muchos.
Casi de pronto, escuchó una balacera que perforó su pavor. Se escudó tras una pared, sacó un revólver y no hizo otra cosa que disparar palabras y palabras.
A la memoria de Rodolfo Walsh (1927-1977).
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