En materia de lengua (gramatical), los argentinos "estamos en el horno". Por eso propongo, insistentemente, una opción para evitar tales errores y hablar como se nos canta.
En primer lugar, comenzar por las sugerencias que ya realizó García Márquez acerca del uso de las "H" rupestres y las tíldes, además de la aplicación de las llamadas "malas palabras" en situaciones donde son necesarias y hasta inevitables.
Ya se habló de los adiectivos ( ver en www.manifiestodellector.blogspot.com), como una mera forma de reemplazar a los adjetivos diminutivos que suelen ser hirientes ("noviecito"). En esta ocasión, se pretende:
a) reemplazar en la unión de consonantes "S" y "C" o "Q", es decir, donde se produce el sonido "ese" y "ca", por el grafema y fonema "J" (jota). Por ejemplo: AJCO, BOJQUE, PEJCA. Ya que si uno pronuncia estas palabras encontrará que la sonoridad es distinta a cómo se escribe.
b) Eliminar de nuestro léxico la palabra "YO" y todo lo que acarrea. Por ejemplo: a mí mismo, propiedad, los pronombres posesivos.
Ésta última opción es por una cuestión ética y cultural. La lengua lo es, por eso creo necesario dejar de pensar en el individualismo y comenzar a vernos en un grupo, una situación colectiva, frente a nuestros pares, en relación a ellos y ellas, y actuar en consecuencia.
La lengua no nos cambia la vida, pero contribuye a nuestra formación cultural y la posibilidad de transformarla para ser libres y avanzar en las relaciones humanas.
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