“Los
nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”
Eduardo
Galeano
Anhelan las hojas con volver a enraizar y
anhelan los otros con ser alguien. Los
otros, que son algo,
indefinido, pero algo al fin. En plural o en masa.
Los otros se acomodan en un sistema perverso
que los reconoce, pero a un costado del andén, del camino
deshuellado.
Los otros, que no tienen sueños sino utopías,
que no son caminos sino obstáculos, cardos en vez de rosas.
Que no cantan sino protestan.
Que se quejan y no piensan.
Que no tienen credo ni secta.
Que no conforman una sociedad sino ghettos.
Que no son extranjeros sino inmigrantes
ilegales o indocumentados.
Los otros, los que son ignorados, los del
montón.
Que no tienen derechos sino reglas que cumplir.
Que no tienen sentimientos sino códigos.
Que no tienen futuro sino destino.
Que no tienen escuelas sino calle.
Que no luchan, amedrentan.
Los otros, que no tienen pies sino patas,
cogote en vez de cuello, demencia y no razonamiento.
Los otros, que se ocultan en la sobra que deja
la ignorancia que los rodea.
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