miércoles, 5 de septiembre de 2012

HUARMI según las palabras

Tiene las manos diminutas pero atrapa el aire como si fuera una plétora de hojas. Abre los ojos y con ellos nuestros días. Se inclina en el regazo como una bandera y no llora, canta lágrimas anunciando su presencia.
Hay un laberinto en forma de espiral en sus orejas, infinitas, y un ornamento de oro trigo. Su nariz primitiva ensaya el respiro y el perfume que su madre le cede para reconocer en noches de silencio y ladridos lejanos a los que enfrenta sin más.
Su pequeña boca, ay, tan hermosa... besa lo invisible y se contenta. Como el pico de un gorrión que bebe de la savia de un tallo y se embriaga amenazando con otra bocanada.
A veces asusta el gesto adulto, pero consuela el inocente brillo de sus pupilas incipientes. Se queja de la mentira de los diarios, de una mala jugada y hasta del humo negro que le provoca berrinches innecesarios. Bosteza a gusto una modorra de protesta hasta que el hipo (un quejido sutil como el de un pez) le gana una pulseada solemne hasta la resistencia de la exhalación temprana.
De pestañas onduladas que no encuentran fin y piel rojiza de cobre Potosí, Huarmi va descascarando lo que queda de la semilla que la cubre...

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