HUARMI según las palabras
Tiene las manos diminutas pero atrapa el aire como si fuera una plétora
de hojas. Abre los ojos y con ellos nuestros días. Se inclina en el
regazo como una bandera y no llora, canta lágrimas anunciando su
presencia.
Hay un laberinto en forma de espiral en sus orejas,
infinitas, y un ornamento de oro trigo. Su nariz primitiva ensaya el
respiro y el perfume que su madre le cede para reconocer en noches de
silencio y ladridos lejanos a los que enfrenta sin más.
Su pequeña
boca, ay, tan hermosa... besa lo invisible y se contenta. Como el pico
de un gorrión que bebe de la savia de un tallo y se embriaga amenazando
con otra bocanada.
A veces asusta el gesto adulto, pero consuela el
inocente brillo de sus pupilas incipientes. Se queja de la mentira de
los diarios, de una mala jugada y hasta del humo negro que le provoca
berrinches innecesarios. Bosteza a gusto una modorra de protesta hasta
que el hipo (un quejido sutil como el de un pez) le gana una pulseada
solemne hasta la resistencia de la exhalación temprana.
De pestañas
onduladas que no encuentran fin y piel rojiza de cobre Potosí, Huarmi va
descascarando lo que queda de la semilla que la cubre...
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