sábado, 20 de agosto de 2016

Ulises, novela y epifanía

Es difícil leer el "Ulises" de Joyce tanto como "Absalón" de Faulkner (lo dejé en la primera parte al igual que "En busca del tiempo perdido de Proust). Y eso que las lecturas previas de "Dublineses" y "El retrato" son precisas para enfrentar uno de los textos más importantes del siglo XX. Los ensayos de Carlos Gamerro y Luis Gusman también aportan lo suyo en esta experiencia.
Joyce pinta Dublín como Kafka a Praga. Y es más: Joyce reconstruye la ciudad, el plano, las calles, sus mitos, a tal punto de que el "Bloom Day" se festeja como si fuera una parte importante en la historia de la ciudad, que en este caso parte de una ficción. Y la lengua, por que Joyce se apropia de la lengua cuyo emblema es Shakespeare y le aporta las voces que imperan por esos tiempos (por eso Beckett tuvo que aprehender el francés).
Leer el Ulises sugiere estar atento a la polifonía que presenta el texto: las disrupciones y locuacidades implícitas suponen un lector concentrado e hilar a medida que el texto se desarrolla. Esa es una gran virtud del autor, quizá el novelista del siglo.
Lo que está claro es que, por ejemplo, "Rayuela" me termina pareciendo una novela "mala" al lado de Ulises. Quiero decir: Cortázar hace uso de algunas técnicas narrativas que Joyce había escrito casi medio siglo antes, no entiendo porqué esa devoción entonces por "Rayuela" (y el prestigio cobrado por lo "novedoso"). Y si me apuran, Macedonio Fernández ya había establecido los procedimientos que Julio Florencio utiliza en su novela y ubicables ya en "La muerte de Artemio Cruz" de Fuentes.
Si hay una genialidad en Cortázar son, indudablemente, sus cuentos. En cuanto a la novela, voy a seguir aventurando con "Ulises".

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