Cuántas veces se oye decir "Los chicos de ahora no leen". Alguien que me diga cuánto leían los jóvenes de otroras, si es posible analizar y comparar la lectura según las épocas, sociedades y sujetos.
Los chicos leen, y mucho. Y además, por más que les pese a algun@s, también escriben.Tienen muchísimas formas de comunicarse. Esos nuevos canales han hecho posible una interrelación entre ell@s que garantiza una estabilidad en el lenguaje, una conservación de nuestras peculiares expresiones (argentinismos que exasperan a los académicos pero que enriquecen nuestro habla).
Una cosa es querer que escriban lo que les exigimos y otra es que no escriban. Una cosa es que lean mensajes obsoletos y otra que lean a Nieztche. A veces se pasa por ingenuo si creemos que los docentes tenemos razón en que un texto literario es la verdadera fuente del lenguaje de un adolescente sin pensar en innumerables herramientas que generan la lectoescritura: desde grafitis hasta rayar la mesa (uso indebido) o dibujos y símbolos hasta el diario íntimo o simplemente una agenda.
El chat lo hace posible, y las redes sociales, y los mensajes de texto. Con sus virtudes y defectos, con sus prejuicios, debilidades y beneficios. La escritura es cada vez más utilizada para expresar sentimientos, para manifestar posiciones, para decir pavadas (porque ya que la dicen los supuestos "entusiastas" del "buen decir", ¿por qué no otorgar ese beneficio a los jóvenes?).
No hay que confundir las supuestas "verdades" que se practica en internet con la oportunidad de escribir. Y digo oportunidad porque - hasta no hace mucho- la censura no permitía la libertad de expresar lo que uno piensa. Y en todo caso, los y las jóvenes se manifiestan a su manera porque así lo desean, porque de carne y hueso estamos hechos, porque es propio de la naturaleza del lenguaje.
Por supuesto que a uno le encantaría que los chicos disfruten de los textos de Gabo, de Arlt, de Silvina Ocampo, de Soriano o que lean el Quijote, Rayuela o Pedro Páramo. Pero hay que contentarse primero con que escriban, y de a poco, interceder en ese espectro inmenso que es la comunicación - la red- y arrimarlos al fogón de los buenos libros donde la brasa de la escritura permenece encendida pese a todo, pese a tod@s.
No sea como Eduardo Feinman, ni como Scioli, Pamela David, Tinelli o De Narvéz. Sea human@ y permita que los más jóvenes sigan escribiendo para sentirse, al menos, un poco más libres.
Los chicos leen, y mucho. Y además, por más que les pese a algun@s, también escriben.Tienen muchísimas formas de comunicarse. Esos nuevos canales han hecho posible una interrelación entre ell@s que garantiza una estabilidad en el lenguaje, una conservación de nuestras peculiares expresiones (argentinismos que exasperan a los académicos pero que enriquecen nuestro habla).
Una cosa es querer que escriban lo que les exigimos y otra es que no escriban. Una cosa es que lean mensajes obsoletos y otra que lean a Nieztche. A veces se pasa por ingenuo si creemos que los docentes tenemos razón en que un texto literario es la verdadera fuente del lenguaje de un adolescente sin pensar en innumerables herramientas que generan la lectoescritura: desde grafitis hasta rayar la mesa (uso indebido) o dibujos y símbolos hasta el diario íntimo o simplemente una agenda.
El chat lo hace posible, y las redes sociales, y los mensajes de texto. Con sus virtudes y defectos, con sus prejuicios, debilidades y beneficios. La escritura es cada vez más utilizada para expresar sentimientos, para manifestar posiciones, para decir pavadas (porque ya que la dicen los supuestos "entusiastas" del "buen decir", ¿por qué no otorgar ese beneficio a los jóvenes?).
No hay que confundir las supuestas "verdades" que se practica en internet con la oportunidad de escribir. Y digo oportunidad porque - hasta no hace mucho- la censura no permitía la libertad de expresar lo que uno piensa. Y en todo caso, los y las jóvenes se manifiestan a su manera porque así lo desean, porque de carne y hueso estamos hechos, porque es propio de la naturaleza del lenguaje.
Por supuesto que a uno le encantaría que los chicos disfruten de los textos de Gabo, de Arlt, de Silvina Ocampo, de Soriano o que lean el Quijote, Rayuela o Pedro Páramo. Pero hay que contentarse primero con que escriban, y de a poco, interceder en ese espectro inmenso que es la comunicación - la red- y arrimarlos al fogón de los buenos libros donde la brasa de la escritura permenece encendida pese a todo, pese a tod@s.
No sea como Eduardo Feinman, ni como Scioli, Pamela David, Tinelli o De Narvéz. Sea human@ y permita que los más jóvenes sigan escribiendo para sentirse, al menos, un poco más libres.
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