sábado, 7 de agosto de 2010

El ladrón de libros

Se ha juzgado a ladrones de cuadros pero jamás ladrones de libros. El arte de robar libros no debe verse como un delito sino como la única manera de obtener un bien mayor del arte por vías ilegítimas.
He sido -no sé si abandonaré esta actividad- un ladrón de libros. En una de las tantas”Feria del Libro”en Palermo, he consumado sin pudor uno de los pecados capitales: robar. No me enorgullece, sin embargo justifico mi accionar en el ineludible oportunismo de extraer sutilmente algo que no obtengo por dinero (ni cualquier bien permutable). El placer, la pasión, el derecho fueron motivos más que justos para aceptar mi accionar.
Claro, lo que nos diferencia de los ladrones de pinturas es que el libro se reproduce en mayores cantidades y no es necesario tener el original (un alivio más para Van Gogh).
Ahora que lo pienso, sería capaz de sustraer de cualquier museo alguna obra clásica, con el debido respeto que se merece su creador.
Estoy dispuesto a ser el lector defensor de cualquier acusado por infringir una ley, y pruebas y argumentos para la libertad, sobran. Uno roba libros por la imposibilidad de alcanzarlos, es decir, por el precio (son pocos los coleccionistas). El negocio de las editoriales ha generado situaciones impensadas: desde piratear una obra, trucharla o o sustraerla. No es lo mismo robar un televisor que “Adan Buenos Aires” de Marechal, ni llevarse la plata del país a un banco suizo que una bolsa de papa.
El buen ladrón quisiera nunca tener que robar, canta el trovador. Un vecino está desocupado y tuvo que, humildemente, robar para darle de comer a su familia (a él también lo voy a defender). Un compañero extrajo generosamente “Un mundo feliz” de Huxley de un estante en una librería céntrica, cuyo precio no era acorde al bolsillo de cualquier ciudadano. Considero en estos casos tener un manto de piedad y entender las carencias.
¿Debe mi vecino pasar hambre y el compañero negarse la lectura?
Para ser socio de una Biblioteca Popular ¡te cobran!. De hecho, si uno ahorra las cuotas termina, al cabo de unos meses, comprando el libro que le hubiera sido prestado. Peor es la Biblioteca Nacional donde uno solicita el libro que jamás verá.
Heredé el consejo que cualquier persona recibió alguna vez: lucha para alcanzar lo que deseas. Y vaya si me sacrifiqué para esconder una biografía sobre el Che Guevara.
En esta apología no se incluyen los robos innecesarios o que perjudican la vida de los demás tales como quedarse con un libro prestado o alguna biblioteca barrial, por eso devolveré -hoy o mañana a más tardar- lo que corresponde. Un ladrón debe ser honesto por sobre todas las cosas.

3 comentarios:

  1. "Un ladrón debe ser honesto por sobre todas las cosas."
    Mooortaaaal :-)
    Suscribo puntualmente los dichos del chorr... digo, director, de este prestigioso medio :-)
    En estos tiempos donde por cualquier boludez se arguye sobre los pretendidos "códigos" del ponente o dilettante de turno, es saludable recordar la cita que encabeza el comentario.
    Un abrazo
    maval

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  2. con lo que pagas de cuota durante un año en una biblioteca popular te comprás apenas un libro y comenzás a ahorrar para el próximo. si sos un ávido lector, en cambio, durante ese año, siendo socio, podrías haber leido todos los que quisieras, a razón de 2 o 3 por mes, 30 libros? más menos. además, claro está, de lo que significa ser socio de una bp, no es solo pagar la cuota para poder sacar libros, tb es sostener ese espacio abierto a la comunidad, de encuentro, disfrute y aprendizaje.

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  3. Mariana: Gracias por comentar. Concuerdo con tu visión acerca de que las bibliotecas populares nos otorgan la posibilidad de leer sin comprar. Lo que digo en el texto es claramente una ironía porque a lo que apunto es a la mercantilización del libro. Hay muchos chic@s que necesitan, por ejemplo, de material de la biblioteca Rivadavia de Tandil y que no la pueden usar por el precio de ser socio. En fin, hay cosas que deben cambiar para "liberar al lector". Saludos.

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